La primera vez que a José Luis Delgado (Oviedo, 1969) le dejaron ponerse delante de los tres giradiscos Technics y el equipo completo de La Real, en la calle Cervantes, supo que aquello «era lo más» y que, a pesar de lo largo del chaval, se le quedaba «muy grande». Delgado tenía entonces 17 años, era colaborador -relaciones públicas se decía- de la sala en el horario de tarde y soñaba desde los 10 años con mezclar música. Lo había intentado en casa, en precario, con el radiocasette y los plays. Y lo había visto hacer desde los catorce, carné falsificado, como todos, en el Vanitas Vanitatis, el Estudio OKA o la propia Real, que había abierto hacía sólo un año. José Luis se quedaba al lado de la cabina y flipaba ante la figura del DJ mezclador, viéndolo lanzar los faders.

Un día Manolo Serra, DJ de Avilés que trabajaba en La Real, empezó a dejarle poner música en la franja de tarde: de seis a diez y media. «Él fue la persona que vio que tenía alguna noción para pinchar y que me podía dejar allí tranquilo sin tener que estar él pendiente», cuenta ahora Delgado.

En aquel año, 1986, lo que tocaba pinchar era música dance, Italo Disco o cosas como los «Modern Talking». Aunque a él siempre le tiró el funky americano: Decca, Island, Mottown... Pero eso son lujos que uno no se puede permitir cuando pincha para el público.

Delgado aprendió así, casi sin darse cuenta, a coger los ritmos, contar los bits por segundos, hacer buenas mezclas y sentirse más DJ. A los tres años el servicio militar le llevó a Zapadores Ferroviarios en Pola de Lena, y Delgado pudo seguir con lo que ya se estaba convirtiendo en su principal actividad. En casa no lo entendían. El padre, obsesionado con los estudios, echaba humo. Pero acabó admitiendo que aquello de su hijo pequeño era una profesión más. «Atípica porque está concentrada y trabajas sólo el fin de semana, pero igual a las otras», cuenta.

A finales de los ochenta llegó la música electrónica, Delgado DJ asumió el techno de Detroit, el House de Chicago y todo lo que venía de Bélgica, Londres y Levante mucho antes de que se hablara de ninguna ruta. En la Real, Delgado estuvo hasta el cierre, veinte años. Vivió los tiempos en los que por allí pasaron todos los DJ internacionales de nombre. También fue residente en La Botica, estuvo en casi todos los afters, en El Almacén de Galerías Pidal, en Valladolid, León o Galicia, en La Fábrica, en el Oxen de Pola de Siero, en La Real de Avilés más por las mañanas, en el K-Xuan, en el K Guay, en la Metro...

Eran años en que un DJ echaba la tarde y el sueldo del fin de semana en tiendas como Discoteca o el Centro DJ y salía con un taco de discos cuando no les visitaban en el club los vendedores con una selección especial.

La escena ha cambiado, pero Delgado sigue ahí. Para celebrarlo, tras 25 años, regalará esta misma noche, desde las 00.30 horas, en el Teatro Albéniz de Gijón, donde reside desde hace cinco años, nada menos que siete horas de techno. Bodas de plata para una leyenda. Soplen.