Ch. NEIRA

La muerte prematura, repentina e inesperada del hostelero asturiano Chus Álvarez, dueño del restaurante De Labra en Santa Ana de Abuli, sacudió ayer a la ciudad, a la hostelería regional y al mundo deportivo, donde era muy conocido.

Jesús Álvarez Fernández, desde hacía ocho años al frente del local De Labra en la finca «La Quinta», falleció en la noche del lunes repentinamente mientras disputaba un partido de fútbol con un grupo de amigos en Bueño, como solía hacer semanalmente desde hacía muchos años. El partido dio comienzo a las diez de la noche y, al cabo de una hora, Chus Álvarez se tuvo que retirar al banquillo al sentirse indispuesto. Los médicos desplazados a la zona no pudieron estabilizarlo y el hostelero, deportista con una vida extremadamente sana, murió presumiblemente de un infarto antes de llegar al hospital.

La capilla ardiente instalada en el tanatorio de San Salvador recibió durante todo el día numerosas visitas del sector de la hostelería y del deportivo.

De familia procedente de la parroquia de Cenera, en Mieres, donde hoy, a las cinco de la tarde, se celebrará el funeral para su posterior entierro en el cementerio de Gallegos, Chus Álvarez se formó en Barcelona y en Toulouse y tuvo negocios de hostelería en Madrid antes de regresar a su tierra para fundar De Labra, tras un período de veinte años alejado de su tierra.

En Toulouse había cursado dos años en la Escuela Superior de Hostelería y también había llegado a trabajar en ciudades como Nueva York y París. En Barcelona, y al frente del Planet Hollywood, fue donde conoció al futbolista Ronaldo, que se interesó por el local, quiso conocer al responsable y estableció, desde entonces, una fuerte amistad con Chus Álvarez. De hecho, el futbolista lo acompañó como socio en el regreso del asturiano a su tierra, a la hora de fundar el restaurante De Labra, donde Ronaldo fue socio y tuvo un lugar reservado.

Chus Álvarez, que abrió De Labra en julio de 2004, fue también una persona muy conocida en los ambientes oviedistas. Enamorado del club, la pasión por el equipo azul lo llevó en ocasiones a situaciones increíbles. Él mismo relataba con mucha gracia lo que le sucedió el año pasado, cuando lo secuestraron en el garaje de su casa y le hicieron regresar a su restaurante para robarle la caja. Pasado el susto y presentada la denuncia en la Comisaría, después de una noche en vela, los agentes le preguntaron si podían hacer algo más por él. «Sí», respondió, «dadme un ordenador». Quería saber cómo había quedado el Oviedo, que aquel día acababa de jugar contra el Alcalá.