Javier NEIRA

Calidad, belleza y alegría de vivir. El compositor Vivaldi, el oboísta Grazia y el director Conti ofrecieron ayer una maravillosa -e italiana- velada musical en Oviedo, acompañados por dos formaciones asturianas, «Oviedo Filarmonía» y «Forma Antiqva». Los conciertos de verano suman un nuevo éxito.

En el programa, cuatro piezas para oboe y orquesta de Vivaldi y cuatro oberturas de ópera del mismo compositor con forma de concierto de manera que la cita resultó ser una suerte de ocho conciertos encadenados del compositor veneciano. El público del teatro Filarmónica disfrutó y agradeció con muchos aplausos a los líderes italianos acompañados por los conjuntos asturianos.

La sesión arrancó con la obertura de la ópera «Arsilsa», una pieza bellísima. En el escenario, nueve violines primeros, siete segundos, seis violas, seis chelos, tres contrabajos, un fagot y «Forma Antiqva» con Pablo Zapico en la guitarra barroca y el archilaúd, Daniel Zapico, a la tiorba y Aarón Zapico, tocando el clave. Al frente de todos y todo, el maestro Marzio Conti.

La tarde noche siguió con el concierto en fa mayor para oboe. Paolo Grazia le dio el ritmo trepidante que había anunciado -casi rock en algunos pasajes- cantó en el tiempo lento y estalló en el final. Nueva obertura, de «Griselda» en este caso y otro concierto, en do mayor, para oboe que Grazia despachó con enorme eficacia. Obertura, y van tres, de «Giustino», siempre con el concertino sobresaliendo y después el concierto en la menor para dos oboes. Grazia y Jorge Bronte arrancaron bravos y tras la obertura «L'Olimpiade», con un remate maravilloso, el gran concierto en do mayor para oboe, complejo, ambicioso, con un segundo tiempo donde el solista canta con un trío de cuerdas más el bajo continuo de «Forma Antiqva» para repetir esa misa forma en el final, muy brillante, en la línea de «Las cuatro estaciones».

Como propina las «Variaciones sobre la Traviata» de Pasculli, el Paganini del oboe, que Grazia, con Conti a la batuta, llevó al virtuosismo máximo, alternando pasajes cantabiles, como el famoso brindis y momentos endemoniados. El público aplaudió a rabiar.