Como si fuera un musical sobre el oviedismo hecho realidad, Melendi pregonó ayer las fiestas de San Mateo enfundado en una camiseta del club e interrumpiendo su discurso en un par de ocasiones para que sonara una guitarra y él pudiera ponerse a cantar.

En el balcón del Ayuntamiento, y de su propia voz, sonaron el «Volveremos», su himno del Real Oviedo, y el «Asturias», el referente regional de su repertorio. Abajo, en una plaza a rebosar, el público coreó con ganas, bailó y rio con las ocurrencias del cantante ovetense, que exaltó los valores locales vinculados al fútbol dentro de su peculiar repaso a su biografía: «Desde que mi padre me llevó al Tartiere con 7 años, nació y creció en mí como una planta el sentimiento más grande y arraigado que tengo, el sentimiento carbayón».

La imposición de las bandas a las reinas se hizo, por primera vez, a la vista del público

Melendi no ocultó sus nervios. Tantos años en el escenario, y dar el pregón de las fiestas de su ciudad, dijo, le parecía mucho más difícil que un concierto. Quizá por eso, por los nervios, porque le picaba la camiseta, Melendi no pudo esperar y salió del hotel antes de tiempo, tan rápido que los actores del musical «El Alma de la Melodía» se tuvieron que poner a cantar sus canciones a su llegada, sobre las ocho menos cuarto, y la presentación en el balcón de los medallistas paralímpicos ovetenses, Alberto Suárez y Loida Zabala, se produjo también antes de las ocho de la tarde.

También por delante del horario previsto, el alcalde impuso las bandas a las reinas de Asturias, Teresa Torre, y de América en Asturias, Adriana Melo, por primera vez a la vista de todo el mundo, en el balcón del Ayuntamiento, interrumpiendo la tradición «mistérica» que velaba el rito al respetable.

Y luego apareció Melendi, manojo de nervios, con sus hijos, Carlota y Marco (él también con la camiseta del Oviedo) revoloteando por allí. Pareja y padres. Se trajo un guitarrista y unos folios impresos en una letra demasiado pequeña. Se interrumpió varias veces pero la peña lo pasó bien. Contó que nació con asma e inyecciones durante siete años, que le salvó su madre y que todos esos problemas le convirtieron en un luchador. Y cortó rápidamente, quizá para rebajar tensión con un «así que aquí estoy como un flan intentando deciros que...». Falló un momento el micro pero rápido empezó la guitarra y se soltó con el «Volveremos». Abajo, algún hincha con bufanda. Y cuando puso el micro para el todos juntos hubo coros. En los balcones del otro lado de la plaza la gente sonreía.

Melendi insistió en el fútbol y en su sentimiento carbayón y dio paso a la adolescencia. Citó primeros besos, barrios de colegas (Pumarín, Cristo, Manjoya, Ciudad Naranco), colegios (La Gesta), equipos donde jugó (Masaveu, Covadonga, Grujoan, Astur y Rosal) y, en la recta final, cuando habló de la nostalgia que se siente en Madrid, de lo que echa de menos («las castañas del paseo en Navidad», «las tostadas del Mesón Covadonga» y «los pinchos de la Maniega»). La gracia final, muy celebrada, cuando habló de que aquí no faltaban «ni los monumentos de Ciudad Naranco, aunque en Oviedo podemos encontrarnos monumentos en cualquier calle, porque tenemos censados unos 120.000, nuestras muyeres». Los «puxa Asturies», «Hala Oviedo» y «Viva San Mateo» hicieron el resto. Eso y los voladores que lanzó Pitingo, vestido de turquesa en una tarde muy agradable.