Ángel FIDALGO

El torero Juan José Padilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1973), que luce parche de pirata en el ojo izquierdo, estuvo ayer en Oviedo, en la clínica Fernández-Vega, a donde llegó minutos antes de las diez de la mañana, para operarse de su párpado caído, una de las secuelas que le dejó la dramática cogida que sufrió hace un año. Y «El ciclón de Jerez», como es conocido en los ambientes taurinos, lo hizo como los grandes. Con paso decidido, pero sin prisas, como le gustó siempre hacer al salir al ruedo, y mostrándose cercano en el trato.

De esta manera explicó relajado a LA NUEVA ESPAÑA la importancia que para él tendría la operación, a la que sería sometido en la clínica de los prestigiosos oftalmólogos ovetenses pocas horas después; que aunque sabía que no le devolvería la visión, iba a mejorar al menos su imagen y le llenaría de satisfacción.

«Aunque la visión del ojo izquierdo está inevitablemente perdida tras la cogida, que me destrozó el nervio óptico, tengo muchas posibilidades de que el párpado, ahora totalmente caído, pueda volver a la normalidad, lo que me anima mucho, ya que las posibilidades superan el ochenta por ciento, según me dijeron los doctores, que han visto que ya hay una mínima evolución del músculo y con ésa es suficiente», comentó antes de entrar al quirófano.

¿Y si sale mal la faena? Lo asumirá con la exigencia y los valores propios del toreo con mayúsculas, como siempre hizo; así es el maestro, que pasará a la historia del toreo, en primer lugar, por su buen hacer en la plaza, y después por la cogida que sufrió en la zaragozana plaza de toros de la Misericordia, donde un astado le empitonó el ojo izquierdo. La imagen de televisión de la acogida dio la vuelta al mundo el mismo día, poniendo los pelos de punta a millones de personas. Es difícil encontrar otra igual o similar.

¿Se vio condicionado en alguna faena por la pérdida del ojo a la hora de torear? La respuesta no se hace esperar. «He toreado ya sesenta y seis corridas de toros, he disfrutado muchísimo, me he preparado muy, muy, muy fuerte; muy bien para estar a ese nivel y sorprendentemente y milagrosamente estoy realizando mi temporada sin ningún obstáculo», explicó el maestro pero sin ánimo de justificarse; sólo para certificar que un torero con un solo ojo puede seguir siendo todo un gran matador.

De lo contrario, advirtió, se hubiera quedado en su casa. «Yo no hubiese salido nunca a la plaza creando ningún tipo de inseguridad ni para mí, ni para ninguno de los míos que me acompañan en el ruedo. Si he salido a la plaza después de la cogida es porque me he visto al cien por cien», señaló con convencida rotundidad el matador a la sombra del monte Naranco.

Juan José Padilla se defiende de quienes le critican por su decisión de pisar la arena recordando a otros matadores que también tuvieron problemas de visión, como Javier Vázquez o Lucio Sandín, que tras perder un ojo por percances con sendos astados continuaron toreando con orgullo y decisión.

Juan José Padilla viajó a Oviedo acompañado por su esposa, Lidia, con la que tiene dos hijos: Paloma y Martín. A todos ellos, destacó el diestro, que les quiere brindar esta nueva etapa de su vida, y mucho más desde que supo que estuvo pendiente de un hilo.

Catalogado como torero de lucha -aquellos en los que predomina el valor y que se enfrentan a astados de ganaderías que otros compañeros rechazan por su dureza como los miura- tomó la alternativa en Pamplona en 1999 en una exitosa tarde, precisamente ante toros de esa divisa. Así es Padilla.