Chus NEIRA

El empresario astur-mexicano Antonio Suárez, líder mundial en el sector atunero, ofreció ayer la conferencia inaugural del III Encuentro iberoamericano de periodismo científico, organizado por la Fundación Ealy Ortiz en colaboración con la Universidad de Oviedo y la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom). Y lo hizo, como prometió, de forma «rápida y coloquial», pero sintetizando en no más de media hora la historia de la industria atunera y su propia implicación en los conflictos internacionales derivados de la pesca de los túnidos.

Suárez arrancó citando las especies de atún más conocidas (atún rojo, bonito, listado, rabil y patudo) y detallando algunas de las artes de pesca más antiguas, como la famosa almadraba, durante la cual los pescadores entonaban cantos, lógico, bromeó, «porque al ver el pescado estaban viendo dinerito», bromeó. Suárez también aseguró que la palabra «cachondeo» procede del río Cachón, próximo a Zahara de los Atunes, donde los pescadores de la almadraba iban a divertirse, «de cachondeo», acabada la faena.

De los romanos al siglo XIX, el empresario del grupo Mar dio el salto al momento en que los americanos diseñan los primeros grandes barcos capaces de almacenar hasta 2,5 millones de kilos de atún congelado, sistema copiado por los europeos. En ese momento, contó, los americanos pescaban en el Pacífico oriental y los europeos en África. Las fluctuaciones de los caladeros y del mercado del atún cambiaron mucho. Suárez aportó algunas cifras: de 10.000 toneladas de consumo en México en los setenta, a 170.000 en la actualidad; de 600.000 de pesca mundial al año a los 4,5 millones de toneladas de ahora.

En medio de toda esa transformación, México sufrió la «guerra del atún» con Estados Unidos, y Antonio Suárez tuvo mucho que ver en la forma de lidiar con todo aquello. Tras trabajar con sus barcos en África, en Senegal y en Costa de Marfil, Suárez contó cómo regresó a México en 1984 y se encontró una flota parada por los embargos de Estados Unidos. A tráves de la asociación de productores de atún, Suárez puso en marcha un sistema de exportación a Europa, primero, y a Japón y a Canadá después. «De esta forma, el embargo, al final, ya no hacía mella»; pero llegó un segundo embargo, de tipo secundario, de nuevo desde Estados Unidos, con la acusación de que los atuneros mexicanos mataban delfines. «Efectivamente, se pesca sobre delfines», contó Antonio Suárez, «pero con lanchas rápidas en incluso algún buzo evitamos que muera ningún animal, la matanza es cero».

Suárez trató de mediar, con abogados y campañas, para levantar ese segundo embargo. Ayer contó cómo en una conversación con el presidente Salinas, que estaba a punto de entrevistarse con Clinton por el tratado de libre comercio, le dijo «veo la luz al final del túnel». Y el presidente le replicó, «Suárez, puede ser otro tren que viene de frente. Y a Clinton, como a mí, le importan los votos, y como vea que los delfines quintan votos, olvídese».

Finalmente, el embargo se solucionó y en la actualidad Antonio Suárez se felicita de contribuir al bienestar de la alimentación a través de su grupo atunero. También, contó, de haber logrado que en el proceso de construcción de nuevos barcos dedicados a la pesca sostenible, siete nuevos atuneros se vayan a construir en Gijón, en los astilleros Armón. De esta forma, señaló, Gijón lidera la renovación de una flota mundial obsoleta, que empezará ahora a renovarse y a dar a Asturias «la gran oportunidad» de captar más contratos de este tipo y ser líder en la fabricación mundial de los nuevos atuneros. El empresario astur-mexicano detalló que la construcción de estos atuneros dará empleo a 500 personas en los astilleros y que los barcos supondrán otros 2.000 puestos de trabajo más de forma indirecta.

Las jornadas siguieron, en el palacio de Calatrava, con una conferencia de Marcos Fastlicht, presidente del Consejo de Participación Ciudadana de México; del chef Martín Berasategui, de Enrique Astier, CEO de Arista, y la presentación de las cátedras de Migración por Carlos Fernández Collado y Moisés Llordén.

Las jornadas celebradas ayer dieron a Antonio Suárez un reconocimiento por haber pronunciado la conferencia inaugural. La placa se la entregó, en la fotografía, el presidente de FADE, Severino García Vigón.