Alisa es más que doncella de la desdichada Lucia de Lammermoor. Es la asistente pero también la amiga, la confidente, un complemento, y aún más por ese camino: un pilar que sustenta la figura protagonista. Lucia no se entiende sin Alisa, no está completa, y los que conocen a María José Suárez, la mezzosoprano ovetense que ayer regresó al Campoamor en el papel de doncella en la ópera de Donizetti, tienen esa misma sensación de tener un buen punto de apoyo.

Ovetense de nacimiento y devoción. Que no le toquen a su Real Oviedo, pero tampoco las moscovitas ni alguno de esos espacios tan suyos que elige para tomar un vino con familia y amigos. Aun viajando tanto, ya sea por motivos profesionales o porque conocer mundo es una de sus debilidades, es mujer hogareña. Tiene como dos facetas. La risueña, la que cuenta chistes y es el alma de cualquier reunión de amigos, y la de la mujer que necesita quedarse sola en su casa, en su terraza sin que ni siquiera suene el teléfono. Necesita cargar pilas de vez en cuando y lo puede hacer pasando unos días en Ibiza con un grupo de amigos o viendo cine, una de sus pasiones, al margen de la música.

«Tiene amigos desde hace treinta años, eso lo dice todo de Mariajo». Es el resumen que hace una amiga que la quiere y la admira en lo personal y en lo profesional. Muchos de esos amigos pertenecen al mundo del canto; pero sea cual sea la profesión, siempre tiran de la María José Suárez psicóloga. No se dedicó a ello profesionalmente, pero se licenció en Psicología en la Universidad de Oviedo antes de irse a estudiar canto a Madrid, y sus amigos «se aprovechan» de ello. Es de esas personas que siempre están, que te levantan la moral aunque ella la tenga por los suelos. Es la vocación de psicóloga. «La tenemos masacrada», bromean sus allegados. Los que la conocen sobre el escenario, sobre todos los escenarios en los que ha cantado, también tienen en ella un referente. El Real, la Zarzuela el Liceo, el Arriaga, el Campoamor, el Palau de las Artes de Valencia... son algunos de los últimos, pero ha estado en todos cosechando éxitos. Pone esa experiencia al servicio de aquel que lo solicita.

María José Suárez es el ejemplo perfecto de que sin buenos pilares no se sustenta ningún edificio. Una ópera, con sólo los protagonistas, no sería más que un dúo; y una vida sin una persona en la que apoyarse está muy cerca del vacío. Los protagonistas lo son porque hay alguien detrás que les da el contrapunto, que los sujeta en los momentos clave y que tiene la elegancia de estar ahí sin llamar demasiado la atención.

María José Suárez no ejerce la tarea de líder ni en el escenario ni en su ámbito privado, pero tiene que estar para que todo funcione. De vez en cuando sí que se adelanta hacia el frontal del escenario «porque yo lo valgo». En una gran ópera como la producción de su amigo Emilio Sagi que estos días se puede disfrutar en Oviedo, en la zarzuela o en concierto, María José Suárez muestra su calidad profesional. En cualquier momento de su vida muestra su calidad humana con los que la rodean.