Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Javier y Borja Alonso Nestares protagonizan una ejemplar historia de fraternidad. El pasado sábado comenzaron 31 días de encierro obligado en la planta de trasplantes hematopoyéticos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Son hermanos y el más joven, Javier, de 18 años, está enfermo. El viernes recibirá un trasplante de médula. Debe extremar el cuidado y evitar la más mínima posibilidad de infección. Alguien debía acompañarle durante los preparativos y la convalecencia y será su hermano mayor Borja quien lo haga. Juntos, con optimismo, afrontan este desafío, en el que se ha embarcado un tercer hermano, Fico, Federico, que hoy donará la médula sanadora. Él estará dos días ingresado.

En esta aventura están más unidos y, a pesar del inevitable aislamiento, más acompañados que nunca, conectados con el mundo a través de las redes sociales, dando a conocer su experiencia minuto a minuto y con seguidores que les animan desde lugares tan distantes como México o China. Hoy mismo, a las seis de la tarde, charlarán con los lectores de la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA y responderán personalmente a todas sus preguntas.

Borja Alonso Nestares cuenta, por teléfono móvil, que todo empezó hace tres años. «A Javi le sentó mal una comida y se puso totalmente morado, el médico le hizo unos análisis y vieron que no tenía plaquetas en la sangre. Hasta entonces estaba bien, no tenía nada», explica. Esa enfermedad se llama aplasia y consiste en que su médula fabrica pocas plaquetas, con un alto riesgo de hemorragia y complicaciones graves a la más leve contusión. Hasta ahora Javier Alonso Nestares recibía tratamiento con ciclosporina pero había llegado el momento de decidir entre fármacos más fuertes o el trasplante de médula, que le liberará para siempre de la enfermedad.

La quimioterapia que tiene que recibir previamente mantiene algo debilitado a Javier. «A veces estoy mareado», dice. Fue él quien eligió a su acompañante en este lance. Ambos estudian en Madrid, segundo y cuarto de Farmacia -son hijos de farmacéutica, con establecimiento en pleno centro de Oviedo-. Son hermanos y amigos y cuando llegó el momento de decidir quién compartiría con él la estancia en el Hospital el elegido fue Borja. «Somos siete hermanos, unos son mayores, trabajan, lo tienen más complicado, y otros son muy pequeños», cuenta.

Y no debe ser mala compañía porque hace un año ya permaneció ingresado con Javier durante seis días. Este año celebrarán juntos y solos el cumpleaños de Javier, el próximo 19 de noviembre. Solos físicamente porque a esas alturas es de presumir que tendrán infinidad de seguidores en redes como Twiter -ayer por la noche ya eran más de novecientos.

Entre los dos, con la buena actitud de Javier y la vitalidad de Borja, han convertido una fría habitación de hospital en un pequeño universo juvenil, en el que ven la televisión, juegan con la videoconsola, leen y permanecen al tanto de lo que sucede en el exterior, recibiendo el afecto de la familia, los amigos y los compañeros de clase a través de las redes sociales, el correo electrónico y el teléfono. Se han llevado una buena colección de películas, videojuegos y algunos libros -Javier tenía sobre la cama el último de Elsa Punset, «Una mochila para el universo».

A través de la web cuentan las vivencias de este singular momento, tomándose a broma los pequeños contratiempos y elogiando la labor del personal sanitario que los atiende, de la encargada de la limpieza y alabando las excelencias del menú hospitalario o las vistas al Naranco. Su mirada, optimista e imbatible, se detiene en las cosas buenas -el bocadillo que les trajeron para la merienda y, por supuesto, las palabras de ánimo que les llegan desde todo el mundo- y se toma a chiste las malas. Ayer, en el tercer día de ingreso, empezaban a sentir el «mono» del tabaco y, por la noche, recibieron una regañina de las enfermeras por entretenerse con el móvil y tardar demasiado en tomarse la cena.