Cada otoño Oviedo acoge, y ya van once ediciones, el curso «La voz en la música de cámara», una aventura singular porque no existen iniciativas similares en el panorama pedagógico musical español. Lo que empezó como actividad puntual se ha consolidado como una cita indispensable que singulariza la intensa oferta musical de Oviedo. La asociación musical «La Castalia» propicia cada año un curso que, en su trayectoria, ha explorado con acierto las extensas posibilidades de un repertorio que requiere máxima exigencia y al que en nuestro país no se le da la importancia que sí tiene en las naciones de nuestro entorno, en las que la música alcanza la primacía que merece. De ahí el valor específico de este proyecto, que es complemento perfecto de la realidad cultural de la ciudad, que, de este modo, se enriquece de manera muy especial.

El concierto final, que recopila el trabajo realizado días anteriores por profesores y alumnos, es buen compendio de estas virtudes y tiene, además, el aliciente de servir de homenaje a personas o instituciones que se hayan caracterizado por la defensa de la música como uno de los elementos esenciales del patrimonio cultural de la ciudad. En esta ocasión, ha sido este periódico, LA NUEVA ESPAÑA, quien ha recibido el reconocimiento de la asociación. Lo recogió nuestra directora, Ángeles Rivero, que explicó las razones por las cuales este diario es referencia también en este ámbito. Llevo más de una década vinculado a la casa y puedo afirmar, con conocimiento de causa, que la singularidad de LA NUEVA ESPAÑA en el ámbito musical es ejemplo para el sector en el conjunto del país. La colaboración del periódico ha sido esencial en la construcción de un proyecto musical serio y de relieve que ha convertido a Oviedo, y por extensión a Asturias, en un núcleo musical inserto en los circuitos europeos. Ha sido posible por el trabajo de todos, por la sensibilidad de cada uno de los escalafones que articulan el periódico y, también, por la fidelidad de los lectores, a los que Rivero quiso dedicar el agradecimiento.

Además del homenaje, en la sesión hubo mucha y buena música. Alumnos, en diferentes grados de formación, dejaron ver sus cualidades, en estilos y formatos muy diferenciados, lo que hizo más interesante el desarrollo de la velada. Desde el Barroco inicial, con el barítono Óscar Castillo -cuidando el estilo y buscando un canto elegante y ponderado-, pasando por el niño Santiago Ruiz de la Peña -en un alarde, con una sonata de Haydn al piano y otra de Corelli al violonchelo-, pasando por el barítono y cantautor Antonio Ramallo, que estrenó dos canciones suyas para voz, guitarra y piano, y cantó «I got plenty o'nuttin», o la soprano Julia Sariego, con el siempre comprometido «Le rossignol» de Delibes o la sorprendente «Suite de les Mariñes» para gaita y piano, con Marco Antonio Guardado y David Sánchez, fueron sucediéndose, sumando en cada momento, aportando cada uno en la medida de sus posibilidades. En el tramo final, Vanessa del Riego acertó con la imponente escena de «Berenice» de Haydn, muy bien acompañada por la orquesta formada al efecto y dirigida por Rubén Díez, que también orquestó el estreno absoluto del «Canto a Oviedo», letra de Carlos Fernández y música de Santiago Ruiz de la Peña, un emotivo himno que se bisó y contó con el Coro de la Ópera de Oviedo, que dirige Patxi Aizpiri. Otro elemento positivo, el de la colaboración entre instituciones, a la que, aparte de este periódico, se sumó el Ayuntamiento de la ciudad, con la cesión del Auditorio, así como Cajastur, el Conservatorio Profesional o el Principado. Puede estar contenta la asociación cultural «La Castalia» con el éxito obtenido y quiero personalizarlo en el entusiasmo infatigable de Begoña García-Tamargo, su directora artística, que se deja la vida en la lucha por mejorar cada año con colaboraciones esenciales como la de Ana Cristina Tolivar, también infatigable, y todo el grupo de profesores que participan en lo que ya es una fecha fija importante en nuestro calendario musical.