Javier NEIRA

«No, no cojo una ópera y la traslado temporalmente sin más» indica Mariame Clément, directora de escena de la «Agrippina» de Haendel que el domingo se estrenará en el Campoamor, ambientada en series americanas de los setenta como «Dallas» o «Dinastía». Más aún, asegura que no siempre sigue esas líneas transgresoras aunque en Oviedo se la recuerda por sus montajes de «Il viaggio a Reims» y «El barbero de Sevilla» poderosamente anticonvencionales.

El proceso creativo, afirma, parte de la pura frescura. Hay que ver qué es lo interesante, qué hace de una determinada historia algo especial, cómo moverla y cual es la forma más clara y transparente de contarla. Así es posible el salto mortal de veinte siglos que propone. La coproducción Oviedo-Amberes-Gante se estrenó en octubre en Bélgica. Para Asturias, la reválida.

«El libreto es muy bueno» asegura Clément «no como ocurre con la mayoría de las óperas barrocas. Es como un thriller. Tiene la forma narrativa de las series de televisión, con cambios drásticos y muy espectaculares». Y todo sobre una escena de rascacielos, pozos de petróleo y despachos de altísima dirección.

Claudio muere pero en realidad sigue con vida; Agrippina pierde pero después se toma la revancha, «al término de cada episodio quedas en suspenso, entre incógnitas, esperando el siguiente» indica Mariame Clément, «así son las escenas de esta ópera, como en las series de televisión. Insólitas para una pieza barroca».

No es fácil marcar las pausas durante la función «porque la música es maravillosa», incluso es difícil cortar los recitativos «ya que todo funciona muy bien, no hay ninguna información inútil. No siempre es así en otras obras de Haendel. Por eso queremos que se aprecie esa magnífica estructura. Para una audiencia moderna podría parecer demasiado larga aunque, la verdad, con frecuencia el mismo público que sigue esta ópera graba en televisión diez capítulos de una serie y los ve seguidos y eso que la duración es mucho mayor».

El medio es el mensaje por eso «tienen la misma función aquellas óperas que estos telefilmes. Dallas o Dinastía responden a la fascinación por los ricos, poderosos y malvados, gente con gran capacidad de hacer el mal. Eso fascina siempre. El material emocional de aquel mundo romano es similar al actual, por eso las reacciones son iguales», apunta la responsable de la escena.

Tácito y Suetonio con las fuentes del libreto. «Las historias que escriben y describen también son así, están fascinados por la parte oscura de los personajes. El libretista, el cardenal Vincenzo Grimani, aprovecha para hacer una parodia de su tiempo aunque ahora no captamos la intención porque se han perdido muchas referencias».

Esa visión irónica hace que, en buena medida, la obra sea cómica. Una nueva excepción en el universo operístico de Haendel y otro gancho para enlazar con los modernos telefilmes.

Desfilan Agrippina, Nerón, Popea, Claudio y también Ottone, el único personaje del conjunto que no es un malvado lo que complica su presentación: ya se sabe que el bien no resulta atractivo y suele apuntar al aburrimiento.

«Es raro encontrarse con una buena persona en esta ópera» apunta Clément «por eso es tan atractiva como asimismo eran fascinantes JR y Alexis en aquellas series».

El cast es diferente al del estreno en Gante. «Es divertido acercarse a los mismos personajes con distintos cantantes» comenta la directora de escena que, cuando se le recuerdan las reacciones adversas del público asturiano ante sus montajes de «Il viaggio a Reims» en avión y «El barbero de Sevilla» con unos cubos de basura protagonistas afirma: «No estoy acostumbrada a que sea contestado mi trabajo. En Alemania, por ejemplo, producciones semejantes con casi convencionales. Para mi el punto es no llegar nunca al shock. Hay gente que cree que nos acercamos a una obra pensando en cómo ser originales y crear un shock al público. Quizá algunos colegas piensan eso. No es mi caso. En unos minutos me habría quedado sin ideas. A la hora de acercarme a una pieza pienso en qué me motiva y cómo trasmitirlo».

Aún más. «Poner trajes modernos a personajes antiguos no es una meta en si misma. No garantiza hacer una producción moderna. He visto escenografías supuestamente modernas que eran casposas. Esas cosas al final se vuelven convencionales» asegura.

Lo importante «no es convertir a Claudio en JR o a Agrippina en Joan Collins. La clave es un marco estético con una relación muy fina entre los personajes y con referencias reconocibles para conectar con la audiencia. La gente dirá que es la Agrippina de Dallas pero es más que eso».