Raphael puede con todo. Su presencia ya es motivo de alborozo y de reverencia del público, puesto en pie antes de sonar la primera nota. El cantante tapó incluso una ligera reverberación sonora producto de esos equilibrios que en todo concierto hay que ir haciendo a medida que avanza. Raphael apareció ayer en el palacio de Calatrava de negro, como es su costumbre desde hace más de cincuenta años. Se oían las notas instrumentales de «Yo soy aquel» y rápido asomó aquello del «Día especial, qué pasará qué misterios habrá» de «Mi gran noche». Todo captado por el público al instante. Y es que, como contó el cantante a este periódico, su repertorio es impresionante. Una retahíla no sólo de éxitos, sino de piezas que forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Antes de dirigirse al público sorprendió gratamente con «El caminante...», de Serrat. Y, al más puro estilo Raphael, hizo un guiño al público con «Sigo siendo aquel, el Raphael de siempre», lo que, una vez más, provocó el entusiasmo popular.

No hay respiro con esta voz poderosa que se adapta a registros varios. Así que sacó a pasear «La noche», aquella que tantas veces se oyó en otras versiones.

Con el show en marcha, Raphael ya empezó a mantener sus charlas con el público, a explicar las canciones, sus distintas épocas y su reunión, de nuevo, con Manuel Alejandro, su compositor «fetiche». Canciones blancas de la primera época. El twist, que le pilló en plena moda, o baladas cargadas de sentimiento. Ya fue todo un goteo interminable que disparaba desde todos los ángulos y desde todas la posiciones escénicas (había una pequeña plataforma por la que subía y bajaba). Sonaba «Digan lo que digan» y otras. Raphael iba cantando y contando la historia de sus piezas y de su vida artística. Salía «Hablemos del amor» guiños a los «Beatles» (en la intro de «Estuve enamorado de ti», que concluyó con un sentido «De ti ¡i, i, i, i, i, i, i, i, i, i, i, i..!», amagos de rapeos, más bien finos diálogos, que terminaban en una capella o un toque de swing que, como en otras ocasiones, puso en pie al personal para acompañar con palmas. Incansable durante una larga y generosa sesión, Raphael interpretó su historia, su reencuentro con Manuel Alejandro, aplaudió y fue aplaudido, dejó una buena representación de su personalísima gesticulación (entradas y salidas de escena, bailes, movimientos corporales, mano arriba...). Gustará más a unos que a otros, pero nunca disgusta. Un profesional, un poderoso de la escena.