Hay una persona que todos los años, allá por finales de mayo, llama a Serafín Rodríguez para felicitarle el cumpleaños. Da igual que sea día 30 o 31, la respuesta siempre es la misma: «Fue ayer» y la explicación recurrente: «Es que cuando se quemaron los archivos...». Es un signo que define a la persona, al igual que esos playeros verdes con los que patea Oviedo. Unos recorridos que le han dado para publicar «Casas emblemáticas de Oviedo», una obra que presentó esta semana en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA y en el que se ofrece información sobre cuarenta edificios del municipio que destacan por razones artísticas, arquitectónicas o populares.

«Popi», que es el mote que le pusieron sus alumnos del Colegio Auseva, es una de las personas que más y mejor conocen Oviedo y también que más conocida es en la ciudad. Las razones son sus 40 años de docencia en los maristas y sus caminatas. «Está en todas partes, a cualquier sitio que vas, allí esta atravesado Serafín», es comentario común. Aunque su discreción hace que muchos de los que le ven con ese paso tranquilo y seguro no sepan muy bien quién es ese señor con la cámara colgada al hombro.

Cuando en los años ochenta puso en marcha en el Auseva el taller de fotografía del colegio, la iniciativa fue muy bien acogida. Pero en aquella época de la fotografía analógica, de carretes y cuartos de revelado, Serafín iba más allá, era de los que jugaban con los líquidos y con los efectos y colorines. «Recuerdo que en los ochenta me hizo una foto y cuando me la dio, en la imagen me había metido dentro de una papelera», recuerda un director del Auseva. En esa época se aficionó también al vídeo. Hace un par de años la promoción del 81 de los maristas recuperó una película que Serafín grabó en el viaje de estudios a Mallorca, en 8 milímetros.

Muchos ovetenses recuerdan las clases de arte de Serafín Rodríguez, siempre con su «tarta» de diapositivas y sus filminas. Los que trabajaban con él no entendían muy bien aquellos «avances». Era el hermano que apostaba por las «nuevas tecnologías». Y acertó en su apuesta, porque todos le recuerdan. Muchos no hacían caso de aquel hermano profesor, pero con el paso de los años se han dado cuenta de que algo les enseñó.

Él sigue a lo suyo. Desaliñado, independiente, feliz con su cámara de fotos y disfrutando de la jubilación «desde hace bastantes años». La colección de fotografías de Serafín Rodríguez tiene visos de ser inmensa y a buen seguro que habrá muchas de Oviedo cubierto por la nieve. No hay cosa que le guste más que una nevada. Cuando todos se quedan tras las ventanas viendo pasar el invierno, el hermano Serafín se echa a la calle y si puede lo hace acompañado por un grupo de alumnos. Le encanta, le apasiona esa imagen cada vez más insólita de Oviedo nevado.

A nadie se le pasó por la cabeza que después de jubilarse se encerrase en la residencia que los maristas tienen en la misma calle del Auseva, prácticamente frente al colegio. Todos sabían que era imposible que ese hombre se quedase en casa. No iba a renunciar a sus paseos analizando cada piedra de las casas de Oviedo o a tomar un vino con algún amigo. Un hombre entrañable y extremadamente culto. «Es curioso, pero no da esa imagen», dicen, y es cierto. Ver al hermano Serafín es ver a un señor mayor caminando lento. Escucharle es aprender todo lo que Oviedo tiene de interesante, que es mucho. Y para término, y ya que se acercan fechas navideñas, en esa ingente colección de negativos, diapositivas y archivos digitales, habrá miles de imágenes de belenes. Si alguien quiere saber algo del nacimiento, de sus figuras, de su tradición, más allá de polémicas estériles sobre la mula y el buey, pese a la condición de hermano marista, nada mejor que parar a Serafín en uno de esos paseos, interceptarle entre foto y foto de cualquier acto de relevancia en la ciudad y preguntarle: su vocación didáctica se aunará con una de sus pasiones y resolverá la cuestión.

Serafín Rodríguez no revela sus años, no por modestia, sino por mantener una «coña» que define a la persona. Es una banalidad, lo importante es disfrutar de la vida, de las gentes, de la calle, del arte. A quién le importa la edad de un hombre que ha ayudado a formar a muchos otros hombres.