Creo que la primera vez que escuché la voz de Maite Vázquez, al menos la primera en que me hizo pensar en algo más que en otra cantante blanca de por aquí haciendo un repertorio negro, fue en la versión que de aquella, hará cuatro años, los «Kozmics» hacían de «The piano has been drinkin'» de Tom Waits. Es difícil poner las manos sobre el material del poeta de Pomona sin ensuciarse y salir, al menos, no totalmente derrotado. En su «El saxo está borracho», los «Kozmics» lograban estar a la altura de la circunstancia.

Lo hacían porque, virtudes que los muchachos conservan intactas, la voz de Maite Vázquez tiene un color distinto, un quebrarse algo seco, recio, que la diferencia del resto, y porque la banda suena engrasada y va al grano. Hacer soul a estas alturas supongo que está al alcance de todos. Hacerlo con cierta solvencia y mantenerse en el oficio no. Los «Kozmics», que nacieron en 2008, han estado dando bolos y ganando concursos desde entonces y ahora presentan el Ep «Disparando soul», con material propio en castellano, opción muy peligrosa de la que, sin embargo, salen sanos y salvos gracias a la sangre, la rabia y el oficio de cantante y muchachos (Daniel Vázquez a la guitarra, Joaquín Entrialgo al bajo, Pablo Díaz al saxo, David Fernández a los teclados y Alejandro Gallego a la batería).

Todo eso lo demostrarán hoy a partir de las diez de la noche en el Supernova. «Kozmics» presentan su disco en Oviedo, en el Nunca Jamás (plaza del Paraguas) y después seguirán la juerga en el Supernova. Llevan mucho tiempo sin parar por aquí. Llegan con ganas.

Al que no le suelen faltar nunca es a Pablo Valdés. Su turno también es hoy, a la misma hora, diez de la noche. En la Calleja de la Ciega presenta «Destinos separados», que es la nueva entrega de su versión con banda, con sus «Crazy Lovers» (Sergio García, Xulio Antidio y Álvaro Burman) después de la entrega de sus canciones en solitario.

Ahora Pablo Valdés regresa aquí por donde solía -en realidad nunca lo había dejado- que es el oficio de héroe del rock'n'roll. No es un trabajo fácil, pero alguien tenía que hacerlo, y Pablo Valdés, afortunadamente para su legión de seguidores y los amantes de la carretera, el bourbon y caminar de resaca calzando camperas, está dispuesto a ser el hombre. Sigue contando las mismas historias con una creencia infinita en el mito del rock. Su voz, que siempre sonó a punto de partirse en dos, a chupito especial de gasolina con plomo, sigue en la misma forma. Como no hay trampas esta mano, seguro, la ganará otra vez él.