Areces (Las Regueras),

Marta PÉREZ

La Diputación Foral de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de San Sebastián han enviado al «pradón de los vascos», en Areces, un equipo de investigadores para iniciar los trabajos para exhumar la fosa común en la que están enterrados cien «gudaris» y milicianos de la brigada vasca del capitán Cándido Saseta, asesinados en la ofensiva contra el pasillo de Grado entre el 21 y el 23 de febrero de 1937. Francisco Etxeberria -el médico forense que descubrió que los huesos del «caso Bretón» hallados en Las Quemadillas eran humanos, resolviendo la desaparición de los niños Ruth y José- dirige el equipo de investigación de la Sociedad Aranzadi de Ciencias, que preside. El pasado fin de semana el equipo se desplazó a Las Regueras para comenzar los trabajos previos a la exhumación. El proyecto está financiado por las dos administraciones vascas, «con el objeto de traer a Euskal Herria a los gudaris fallecidos en Areces».

Las labores realizadas durante el fin de semana en el lugar de la fosa, conocido como «el pradón de los vascos», consistieron en «prospecciones en el terreno», así como en entrevistas con el propietario del «pradón» de tres hectáreas en el que se encuentra el enterramiento y con un testigo vivo del suceso, cuyo testimonio recogió LA NUEVA ESPAÑA. Arturo Suárez Miranda, vecino de Premoño, tenía 11 años cuando la brigada vasca del capitán Cándido Saseta asaltó las alturas de La Parra, Areces y El Murio. Hoy tiene 87 años, pero recuerda que «los metieron como xatos en el matadero». En 2008, junto a Ramón Valdés, fallecido el año pasado, ya ayudó a localizar la fosa en la que estaba Saseta. Entonces, un equipo de la Sociedad Aranzadi dirigido también por Etxeberria exhumó los restos del capitán, que fueron trasladados a su localidad natal: Fuenterrabía (Guipúzcoa).

«Hemos estado el sábado y el domingo en el terreno, pero no pudimos hacer todo lo que queríamos por el mal tiempo», explica el arqueólogo forense Jimi Jiménez, de la Sociedad Aranzadi. «Hicimos prospecciones sobre el terreno, tomamos medidas y utilizamos detectores de metales para intentar precisar mejor la localización de los enterramientos. Hubiésemos querido utilizar también el georradar, pero no fue posible por el mal tiempo», explicó Jiménez en conversación con este periódico. Además, el equipo también se tomó su tiempo para entrevistarse con el propietario del «pradón», José Aurelio Suárez Muñiz. «En realidad, lo primero que hicimos nada más llegar fue hablar con él, aunque habíamos contactado por teléfono previamente. No puso ningún inconveniente en que volviésemos a mirar en el terreno. Cuando llegue el momento de excavar, habrá que sentarse a hablar. Él nos dijo que es el primer interesado en cerrar el asunto y dar carpetazo. Está cansado de que todo tipo de autoridades, técnicos y curiosos se paseen por su propiedad», indicó Jimi Jiménez.

La noticia de la firma de un convenio entre el Ayuntamiento de San Sebastián y la Diputación Foral de Guipúzcoa en diciembre para exhumar los cuerpos de los «gudaris», identificarlos y llevarlos de vuelta al País Vasco no ha pasado desapercibida en Asturias. La centralita del Ayuntamiento de Las Regueras está recibiendo llamadas de familiares de asturianos que creen que los restos de sus seres queridos reposan en Areces. Antes de morir, Jesús Vázquez contó que pudo librarse de ser fusilado cuando se hallaba al borde de una fosa, que podría ser la misma que la de los «gudaris». Sin embargo, Jimi Jiménez no ve «probable» la presencia de asturianos en la fosa de los vascos. «Casi todos son guipuzcoanos y veinte de ellos donostiarras», indica el arqueólogo.

Igual que varias brigadas de asturianos lucharon en el País Vasco, los vascos trasladaron a Asturias dos brigadas (seis batallones) para colaborar en la ofensiva contra Oviedo y el llamado pasillo de Grado, abierto por las columnas gallegas. El militar Cándido Saseta coordinó en su brigada a «gudaris» del Batallón Eusko Indarra de ANV, que eran mayoría, del Batallón Amayur del PNV y milicianos del Batallón 24.º de Indalecio Prieto de UGT. Al capitán Saseta y sus 1.800 soldados se les ordenó cruzar el Nalón desde Llera a Valduno, pasar a Premoño y asaltar las alturas. Una decena de ametralladoras los esperaban, y el lugar donde se produjo la masacre quedó bautizado como «el pradón de los vascos». Un contraataque terminó expulsándolos a todos. A los heridos se les pasó cuchillo y en la retirada murió Saseta, que se perfilaba como jefe del Ejército de Euskadi. Antes de encontrar la muerte, se le atribuye la frase: «En menudo fregado nos hemos metido por culpa de los asturianos».