Las relaciones entre el País Vasco y Asturias durante la Guerra Civil fueron asimétricas, las mismas que sigue habiendo ahora en cuanto a autonomía. En febrero de 1937 el Gobierno vasco, presidido por el nacionalista José Antonio Aguirre, envió dos brigadas vascas, a regañadientes, para participar en la ofensiva republicana contra Oviedo, que por cierto retrasó el ataque de los franquistas sobre Vizcaya. El PNV, algunos de cuyos miembros se habían opuesto a que tropas vascas lucharan fuera de «su» territorio, criticó duramente las operaciones en Asturias. Apenas mes y medio más tarde, en el mes de abril de 1937, cuatro brigadas asturianas acudieron al País Vasco a defender Vizcaya. Nadie rechistó.

Para entender lo ocurrido es conveniente echar la vista atrás y recordar algunos hechos. El 16 de noviembre de 1936 se publicó en la «Gaceta» el nombramiento del general Francisco Llano de la Encomienda como jefe del Ejército del Norte, integrado por las fuerzas y milicias del País Vasco, Santander y Asturias. Ya desde el 20 de octubre de 1936 todas las milicias estaban militarizadas y sometidas a la jurisdicción militar. Llano de la Encomienda, militar de carrera, no había tenido ninguna relación previa con los territorios del Norte y antes de hacerse cargo del mando fue sumariamente informado por el ministro de la Guerra, el socialista Indalecio Prieto, de la difícil situación política y social que se iba a encontrar.

El Ejército del Norte había sido estructurado el 4 de noviembre en los cuerpos de ejército del País Vasco, con el número XIV, el de Santander, con el XV, y el de Asturias, al que se le asignó el número XVII. Estaba prevista también la formación de otro cuerpo, para el que se reservó el número XVI, sin adscripción territorial, cuya función era la de operar como fuerza de maniobra del mando del ejército.

Previamente, las Cortes habían aprobado el 1 de octubre de 1936 el Estatuto de Autonomía para el País Vasco. Una semana después, el 7 de octubre, se constituyó un gobierno autónomo presidido por el nacionalista José Antonio Aguirre Lecube e integrado por cuatro miembros del PNV, tres del PSOE, y uno de los partidos Comunista, Izquierda Republicana, Unión Republicana y Acción Nacionalista Vasca. El presidente José Antonio Aguirre asumió la Consejería de Defensa y no reconoció en la práctica al Ejército del Norte ni el nombramiento del general Llano de la Encomienda para dirigirlo. Tampoco reconoció al comisariado para el que había sido nombrado el comunista vasco Jesús Larrañaga Churruca.

Las relaciones de los otros gobiernos regionales del Norte con el vasco, y entre ellos, no fueron ni fáciles ni lo fluidas que hubiera sido necesario para facilitar una acción conjunta contra un enemigo que actuó siempre como un bloque homogéneo y perfectamente coordinado en todas sus intervenciones.

El comunista Juan Ambou, delegado de Guerra del Gobierno asturiano, viajó a fines de octubre de 1936 a Bilbao para hablar con el presidente vasco Aguirre y tratar sobre el reparto de un envío de armas realizado por la Unión Soviética y que se había desembarcado en Bilbao. Ambou salió de la entrevista con el convencimiento de que nunca se llegaría a ningún acuerdo, pues para Aguirre, «en Asturias era la clase obrera la que ejercía indiscutiblemente el papel dirigente», y el presidente vasco, representante de la burguesía vasca, «no quería mezcolanza con nosotros y rechazaba el mando único en el Norte» (Juan Ambou, «Los comunistas en la resistencia nacional republicana»).

Los desembarcos de armas para el Ejército del Norte se realizaron en su práctica totalidad en los puertos de Bilbao y Santander, ya que el de Gijón estaba bloqueado por la flota franquista. Ello repercutió en el desigual reparto de armas y municiones. A título de ejemplo, en noviembre de 1936 entraron procedentes de la importación en el parque de armamento vasco un total de 29.725 fusiles, mientras que a Asturias fueron 4.451 y a Santander 9.698. En un reparto de ametralladoras por las mismas fechas, 380 se entregaron al cuerpo de ejército vasco, 78 al asturiano y 172 al santanderino. Lanzaminas, 18 al vasco, 18 se enviaron a Asturias y 14 a Santander. De 181 morteros que llegaron, 125 quedaron en el ejército vasco, 26 fueron a Santander y 30 a Asturias. En cuanto a municiones, reconoce el general Ramón Salas Larrazábal, autor de una «Historia del ejército popular republicano», bien documentada, que el parque asturiano fue siempre «el más pobre de todos». Ante estas cifras, sobran los comentarios sobre la realidad de la discriminación que había en el reparto de armas y municiones en el Norte.

La información anterior es necesaria para poder valorar lo ocurrido con los batallones vascos que participaron en la ofensiva republicana sobre Oviedo y el denominado «pasillo» de Grado, que se inició el 21 de febrero de 1937 y a la que fueron llamados a colaborar tanto vascos como santanderinos, habida cuenta que la guerra y la victoria contra los sublevados era una tarea de todos los gobiernos republicanos, tanto del central, como de los diversos gobiernos autónomos. Pero no fue así. Aguirre se negó sistemáticamente a colaborar y puso toda clase de objeciones.

Para tratar de aclarar la situación, el 9 de enero de 1937, el general Llano de la Encomienda dirigió un escrito al Gobierno de la República en el que planteaba una serie de preguntas reveladoras del deterioro de las relaciones entre el Gobierno vasco y el mando del Ejército del Norte. En la primera formulaba: «¿Las municiones son adquiridas para Euzkadi o para el Norte?». Y continuaba: «La producción, ¿pertenece a la región donde la fábrica está enclavada o es del conjunto? (?). ¿El armamento es de Euzkadi o del Norte?» (?). Y otras por el estilo. Terminaba con la siguiente: «¿Se reconoce la autoridad del general como jefe del Ejército del Norte, constituido por los tres cuerpos de ejército de Euzkadi, Santander y Asturias?».

El Gobierno vasco respondió a estas cuestiones el 13 de enero, ratificándose en la política que venía realizando. «Todas las cuestiones vinculadas con la guerra, relativas a la utilización de los efectivos humanos y de los recursos materiales en el territorio de Euzkadi, a excepción de la dirección de las operaciones militares, son competencia directa del Gobierno de Euzkadi y de su ministro de la Guerra», fue la respuesta.

Llano de la Encomienda intentó seguir dirigiendo el Ejército del Norte y, consecuentemente, el cuerpo de ejército vasco. Pero Aguirre estaba dispuesto a cortar cualquier dependencia y el 28 de enero de 1937, acogiéndose a unas declaraciones del jefe de Gobierno Largo Caballero, manifestó que no existía ni el Ejército del Norte ni su Estado Mayor y que «para el gobierno vasco y para las unidades militares que dependen exclusivamente de él no existe ningún poder jurídico de las instituciones creadas arbitrariamente». Ello suponía la ruptura de la unidad del Ejército del Norte. Proponía Aguirre, además, en el colmo de la insolencia, que fuera el Gobierno vasco el encargado de «coordinar las fuerzas militares de Asturias, Santander y Vizcaya».

Tras esta respuesta, el general Llano de la Encomienda remitió al ministro de la Guerra y al presidente del Gobierno de la República, Largo Caballero, el siguiente telegrama: «El Gobierno vasco me comunica que el ministro de la Guerra, Largo Caballero, ha declarado clara y categóricamente que el Ejército del Norte y su Estado Mayor no existen. Por ello, el gobierno de Euzkadi prepara un proyecto de coordinación de las acciones en Santander y Asturias, que remitirá a Valencia. En cuanto a las fuerzas armadas que se encuentran en territorio vasco, pasan a depender plena y exclusivamente del Gobierno de Euzkadi, por lo que debo de abstenerme de dar cualquier orden. Así ha contestado el Gobierno vasco a mi solicitud de apoyo a las operaciones militares que preparo en Asturias. He acusado recibo al documento del Gobierno vasco y le he comunicado que, en espera de órdenes del Gobierno de la República, traslado a Santander mi Estado Mayor».

Largo Caballero ratificó su confianza al general Llano, pero no tomó ninguna medida que hiciera desistir de su actitud al Gobierno vasco. En adelante, en el Norte hubo un llamado ejército de Euzkadi, cuyo mando supremo ostentaba el propio presidente Aguirre, y un ejército de Santander-Asturias con un jefe superior y un Estado Mayor.