El Barcelona Ballet de Ángel Corella presentó en el Campoamor un programa mixto. Centró la velada la «Suite de Bayadera», una coreografía de Petipa de 1877, con música de Minkus. Aunque «La Bayadera» se caracteriza por su exotismo y colorido oriental, el trozo que vimos pertenece al fragmento del «ballet blanco» que Petipa incrustó en la obra. Éste se ha hecho muy popular y es conocido como el «Reino de la sombras». En él lo más impresionante y esplendoroso lo constituye el desfile por una rampa de una interminable fila de bailarinas. Pero, desafortunadamente, esa joya del ballet no fue representada por los catalanes en el Campoamor. Lo que ellos trajeron comienza precisamente donde termina esa mágica escena. Su «suite» se inicia con el nacimiento de un vals ejecutado por las tres sombras principales. Le sigue un «pas de deux» de los dos amantes. A continuación cada una de las tres sombras interpreta su variación: «allegro», «allegro moderato» y «moderato». Solor y Nikiya deberían continuar con el adagio del velo, un momento simbólico en este tramo que exige rigor y equilibrio. Si bien nuestra Nikiya de esta noche, la estrella femenina de la agrupación, Carmen Corella, no parece tener las dotes necesarias para bailarlo, sólo así se entiende que en la revisión que hizo Ángel sobre la original de Petipa, entre otras cosas, eliminara lo del velo, la escena más iconográfica de esta parte. Ella no tiene méritos para interpretar este papel. Dayron Vera hizo un Solor cuidado en su ejecución, si bien su versión no fue vibrante. A las tres sombras, Kazuco Omori, Gwënaelle Poline y María José Sales, les faltó el necesario halo de misterio, aunque sí mostraron tesura y claridad expositiva. Omori sobresale por su brío y «jetés», lástima que su pequeña figura no le ayude a realzar sus cualidades.