Lidia Falcón resalta su firme convicción de que el feminismo «tiene que recuperar fuerza y convertirse en un movimiento político». «Si las mujeres no se organizan en partidos políticos estarán siempre capturadas por los partidos masculinos», advierte, y lo hace desde la larga experiencia de quien, contaba ayer, intentó involucrar a la militancia revolucionaria de izquierdas en la defensa de los derechos de la mujer en los últimos años de la dictadura y en la Transición, y reconoce haber fracasado. Falcón, sobrina nieta de la asturiana Rosario de Acuña, tenía programada ayer una intensa jornada en el Principado. Por la mañana ofreció una conferencia en el I Congreso de filosofía en acción, organizado por varias asociaciones de alumnos del campus del Milán, en Oviedo, y por la tarde, a las cuatro, presentó en el Ateneo Jovellanos de Gijón su última novela, «Ejecución sumaria», sobre el anarquista catalán Salvador Puig Antich.

La conferencia matinal de Falcón estuvo dedicada a los avatares del movimiento feminista durante la Transición política en el país. Habló de «la necesidad que tenía la mujer española de salir del encierro en el que la habían tenido cuarenta años». Fue una sorpresa para ella, admitió, «ver que miles de mujeres salían de sus casas para asistir a las asambleas con un planteamiento muy radical». «En Bruselas, en marzo de 1976, en el Tribunal de Crímenes de la Mujer, dimos la nota. Fue sorprendente la vitalidad, la agresividad que mostrábamos las españolas. Nosotras nos considerábamos revolucionarias», añadió.

En el tránsito del régimen dictatorial a la Monarquía democrática el movimiento feminista, con Falcón al frente, entabló relaciones con el Partido Comunista y otras formaciones de la oposición de izquierdas, pero en ellos encontró, dijo, actitudes «patriarcales y a veces machistas». Como en el resto de la sociedad, en el ámbito de la política «las mujeres estaban para servir a los hombres», según Falcón, salvo excepciones como la de Dolores Ibarruri, la Pasionaria.

«Las mujeres fuimos las más honradas, las más sinceras en aquella batalla de la Transición. No pasteleamos con nadie, no planteábamos conciliaciones», manifestó Falcón, abogada, periodista, licenciada en Arte Dramático, doctora en Filosofía y autora de una treintena de libros -el próximo, anunció, ya está en proceso de redacción.

La activista situó entre 1975 y 1985 «la década de oro» del feminismo en España. «Del 85 en adelante entra en decadencia y las mujeres se incorporan a los partidos políticos, sobre todo al socialista. El movimiento feminista se desmoviliza y las mujeres pasan de militar en un movimiento crítico con el poder a convertirse en funcionarias», señaló.

Falcón habló de los tiempos, no tan lejanos, en los que las mujeres iban a la cárcel por cometer adulterio o tomar anticonceptivos. «En 1978, cuando se aprueba la Constitución, no habíamos logrado que se abolieran esos delitos. Por tomar anticonceptivos iban a la cárcel la mujer que los tomaba, su marido, el farmacéutico que los vendía, el médico que los recetaba...», contó. Admitió que esa ley se aplicaba excepcionalmente, pero ahí estaba, igual que los augurios de la Iglesia sobre las consecuencias del divorcio en la sociedad, que, recordó, presagiaba el fin de la familia.

El combate por los derechos de la mujer aún continúa. «No hemos perdido nada, no teníamos nada que perder, sólo nuestras cadenas, y lo hemos ganado todo desde el año 1939 hasta aquí, lo que pasa es que no podemos sentirnos aún muy satisfechas», indicó la feminista, que en los años setenta pagó con la cárcel su militancia.

Las cosas han mejorado, pero, según indicó, «en un "ranking" sobre acoso sexual a las mujeres, acoso laboral, abusos y maltrato infantil España está en un continente que no le corresponde». Advirtió, por otro lado, que «el proyecto del capital es que en tiempos de crisis las mujeres vuelvan al hogar», algo que ya quedó patente tras las guerras mundiales y con campañas que abogan por extender el tiempo de la lactancia materna.

Ante ese panorama, Lidia Falcón llama a las mujeres a la acción política y pide su apoyo al Partido Feminista. «O nos organizamos políticamente o no hacemos nada», alertó. Reconoció que «las feministas no son ángeles, son seres humanos» y han cometido errores, pero «ante todo lo que han hecho los hombres en el curso de los dos últimos siglos nosotras somos encantadoras».