La combinación entre lo inusual y lo más conocido resultó ayer perfecta en el auditorio Príncipe Felipe. La «Noche transfigurada» de Schönberg junto a la «Serenata» de Mozart y la «Incompleta» de Schubert hicieron vibrar al público que abarrotó los tres pisos de la sala para ver a la OSPA bajo la batuta del maestro suizo Matthias Bamert.

La tarde comenzó con el sonido de los instrumentos de cuerda, aprovechados al máximo por las partituras de Schönberg. Los diferentes timbres de los violines, las violas y los violonchelos estuvieron presentes a lo largo de los más de treinta y cinco minutos de la «Noche transfigurada». Una auténtica clase magistral sobre las familias de instrumentos que además permitía dejar volar la imaginación hacia la época vivida por su autor, habitual en los círculos musicales de la Viena de finales del XIX y principios del XX.

Con el éxito bajo el brazo, la orquesta y Bamert dieron un respiro hasta el segundo plato, dedicado a un público fiel a Mozart y Schubert.

No defraudó. El octeto de viento de la «Serenata», con dos pares de oboes, clarinetes, cornos y fagotes, entusiasmó a todos los presentes. Cuando Bamert cerró la pieza, el aplauso fue ensordecedor y se repitió cuatro veces con los correspondientes saludos del maestro.

La «Incompleta» de Schubert no hizo honor a su nombre y dejó un buen sabor de boca para cerrar un concierto con el que la orquesta del Principado retoma la gira que comenzó en Bilbao y le llevó al centro cultural Valey de Castrillón.