El domingo día 10 de marzo publicaba este mismo diario la situación comparativa de negocio de nuestros puertos comerciales con el de Bilbao. Ni que decir tiene que las cifras ilustran algunas cosas que habría que empezar a corregir. Si en el aspecto económico algo va bien en España y, por ende, en Asturias, son las exportaciones, por lo tanto, no hace falta ser un lince para deducir que debemos asomar nuestra mirada hacia el Cantábrico, que para algo tenemos la provincia con más kilómetros de costa de toda España. Por eso, y porque en nuestro país si hay algo que se halla en un momento de dulzura económica son las exportaciones de nuestros productos, es indispensable sacarle provecho a esta circunstancia y comenzar a darle la preeminencia que habrá de tener el desarrollo comercial de nuestros puertos. Sobre estos particulares, algunas semanas atrás, he tratado con viejos amigos como Víctor Folgueras, que ha sido asesor económico de la Presidencia del Principado en tiempos pretéritos, y con Agustín Suárez León, quien ha gestionado varias navieras y también ha sido consignatario en diversos puertos internacionales. La conclusión a la que hemos llegado es que el Gobierno del Principado debería de tomarse muy en serio el desarrollo comercial de nuestros puertos; y para eso habría de destacarse al frente de la Autoridad Portuaria a personas que reúnan excepcionales dotes comerciales, que conozcan los puertos más importantes del mundo, que dominen a la perfección varios idiomas, que sean capaces de establecer líneas comerciales con otros puertos impulsando la comunicación y asiduidad de las mismas, favoreciendo así el abaratamiento de los costes; capaces, en fin, de la creación de lo que se ha dado en llamar las autopistas del mar y conectarlas con Asturias. No es de recibo que empresas como Bayer, con exclusiva localización productora en Langreo, exporte toda su mercadería -y son varios contenedores diarios- a través del puerto de Bilbao, estando El Musel apenas a treinta kilómetros de distancia de su factoría, y lo haga porque le resulte más barato. Pero hay más, el desarrollo comercial de nuestros principales puertos favorecería el impulso de la industria pesquera y conservera en nuestra región, esta última, pujante hasta el primer tercio del pasado siglo, habiendo ya comenzado hace muchos lustros su decadencia. Ahora bien, para eso, insisto, posiblemente, más que en cualquier otro puesto de confianza, hay que buscar el mejor equipo humano, aunque suponga un elevado coste salarial.