El Ayuntamiento y el Principado de Asturias no tendrán que cerrar el patio cubierto del Colegio de La Ería, como lleva reclamando al menos desde 2005 la comunidad de propietarios de un edificio cercano. Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, dictada el pasado lunes -que aún puede ser recurrida ante el Tribunal Supremo-, considera que los ruidos que hacen los niños en la pista durante los recreos, las clases de gimnasia y las actividades extraescolares están dentro de los límites legales.

Además, considera que el Ayuntamiento ha cumplido adecuadamente con su obligación de proteger a los vecinos del ruido que se producía en el patio del colegio por usos no permitidos del recinto escolar, ya que, según la sentencia, elevó la altura de las vallas del recinto y dio orden, tal como pedían los vecinos, de que se vigilara el centro, «cursando oficios al jefe de la Policía Municipal, al concejal de Deportes y a la empresa adjudicataria del servicio de vigilancia nocturna».

La sentencia rechaza el informe pericial sobre los ruidos procedentes del colegio que presentaron los vecinos y admite como válido el aportado por los técnicos municipales, que concluye que los ruidos durante el horario diurno no exceden los cincuenta y siete decibelios, cuando el límite admitido en zona residencial es de sesenta y cinco decibelios entre las 07.00 y las 23.00 horas.

Respecto al patio cubierto, la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Asturias no considera acreditado que los ruidos que molestan a los vecinos procedan en exclusiva de esta instalación, ya que podrían originarse en el resto de los patios abiertos que tiene el recinto escolar, lo que no puede evitarse, «salvo que se quiera exigir de la instalación el que no esté dotada de patios abiertos y que todos los patios que tenga deban estar cubiertos y cerrados perimetralmente», lo que «no se presenta razonable ni lógico para el centro escolar».

Los vecinos de uno de los edificios cercanos al Colegio de La Ería comenzaron a denunciar los ruidos del centro escolar después de que se construyera el patio cubierto, ya que aseguran que la instalación amplifica el sonido y hace insostenible la vida cotidiana. Los vecinos llegaron a pedir que se impidiera el uso de la pista fuera del horario lectivo y que se establecieran límites para el uso de amplificadores, además de que se aumentara la vigilancia para que nadie ajeno al centro usara la instalación. Como solución definitiva reclamaron -con varios procedimientos judiciales- el cierre completo del perímetro del patio cubierto.

Los padres del centro llegaron a manifestarse, en protesta por la presión que sufría el centro escolar, colocándose sobre la boca esparadrapos, para mostrar que querían «dejarnos mudos».