Desciendo por Pedro Caravia (filósofo), giro a la izquierda, llano siempre, a pie de Naranco, hacia La Bandeflor; enigmática caseta de rejas, aparatos de gimnasia, giro definitivo al Este en la vaguada que baja de Finlandia al Loyola; el Gortón, abedules, perales a lo mejor, pon castaños; canta un mirlo, ¿o es un whatsapp? Caseta verde, uno dentro excogita; robles, fuente y refugio con mesa de ajedrez; la Iría Siegu, praderas; un limonero que funciona; Arneo y Villamejil revueltos, agave, abetos, casona 27-B con cántaros y fuentona, modelo Xanadú; encienden el surtidor a mi paso, como en «Mon oncle», de Tati. Un sótano lejano fabrica rock malo; grafitis, barandilla azulina y burro que observa los faros de Oviedo: HUCA, Torres de Pando, de Teatinos, Catedral, Jirafa, Centollo y el de la plaza de Occidente; el más pequeño y de mayor alcance: la Catedral. Mañana sigo.