Contaba Mateo, en referencia a las enseñanzas de Jesús en el Sermón de la Montaña, aquello de no juzguéis y no seréis juzgados, con la vara que midáis seréis medidos y que antes vemos la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio; y cuenta Juan la encerrona para lapidar a la adúltera, cuando dijo Cristo que quien estuviera libre de pecado lanzase la primera piedra. En esta línea farisea, o de quítate tú para ponerme yo, no quedará títere con cabeza. Más que un asunto de ética lo es de orgánica y de cacoquímica. Recuerdo el caso de los capones, cuando Renzo, el personaje de Manzoni, juntó y amarró las ocho patas de esos animales para llevárselos consigo y cómo las cuatro cabezas colgantes se picoteaban una a otra en su desventurado viaje. Así nos picoteamos hoy, menesterosos, en nuestra miserable travesía del desierto. Yo apoyo a Vigón.