Javier NEIRA

Una cuenta atrás, 5, 4, 3, 2... proyectada en una pantalla sobre el escenario del Auditorio marcó el arranque del concierto pedagógico al que, en dos sesiones, asistieron ayer 3.000 niños asturianos de 43 colegios, según un proyecto lanzado hace casi 30 años por el Carnegie Hall de Nueva York y que llega a Europa por primera vez, precisamente a través de Oviedo.

La primera tanda empezó a las diez y media. Gran éxito. Mil quinientos niños, de 9 a 13 años, tocaron y cantaron con la orquesta, aprendieron y se divirtieron.

La cuenta atrás era, claro, para afinar, con la OSPA en escena. El musicólogo y animador cultural Gustavo Moral, que presentaba el espectáculo, dio la nota y todos los chavales con sus flautas respondieron. Y entró el maestro Rossen Milanov.

Tres jóvenes cantantes, Julio Morales, Sonia del Munck y Elena Ramos, entonaron el himno de entrada «Ven a tocar», que coreó toda la sala, con Milanov dirigiendo a los chavales y la partitura proyectada sobre la pantalla gigante. El concierto interactivo, recíproco y pedagógico se ha venido preparando en los colegios desde enero, con presencia en los talleres del director titular de la OSPA.

Gustavo Moral dio la bienvenida al programa «La orquesta se mueve», gestado en el Carnegie Hall y en constante expansión. Y aparecieron en escena dos bailarinas mientras sonaba la música de «Can can» de Offenbach. Hicieron las picardías clásicas, que el respetable supo valorar con silbidos de entusiasmo.

El maestro, que en poco más de un año ha aprendido un español más que fluido, se dirigió al público e invitó a los percusionistas a marcar unos ritmos frenéticos que le permitieron demostrar que, efectivamente, la orquesta se mueve. Ovación. Lo mismo con los trombones. Entre la OSPA y los jóvenes flautistas interpretaron después el vals «Danubio azul», de Strauss, que acabó en danza, eso sí, cada cual en su butaca.

Quizá lo más logrado fue el «Nocturno» de «El sueño de una noche de verano», de Mendelssohn, también entre la orquesta y la sala a la flauta. Desde el fondo, Phil Bravo, gerente de alianzas educativas del Carnegie Hall, lo grababa todo con la tableta.

Gustavo Moral anunció que el récord mundial de velocidad en la interpretación de la obertura de la ópera «Las bodas de Fígaro», de Mozart, estaba en cuatro minutos y veinte segundos. Milanov picó a la orquesta y sin perder el compás superó la marca, que fijó en cuatro minutos y seis segundos.

Nuevo turno para el toreador de la «Carmen», de Bizet, a cargo de Julio Morales -con chaquetilla y capote-, y después el primer tiempo de la quinta sinfonía de Beethoven, que sirvió para que Milanov explicase cómo se puede construir con cuatro notas una gran obra.

Sonia del Munck cantó «Lejos vuelo», canción central del programa pedagógico. Fue el estreno para Europa de la pieza que de nuevo los chavales bailaron desde el asiento. Repaso final con nuevo silbidos de admiración para las dos chicas del can can y traca final a cargo del grupo de percusión «Vaudí». Elena Ramos ataviada de brasileña cantó la samba «Cidade maravilhosa».

A la salida, la consejera de Cultura, Ana González, comentó que había sido «un concierto emocionante» y añadió que en torno a la escuela ocurren cosas muy buenas, sobre todo «cuando une sus esfuerzos a instituciones como la OSPA».

Ana Carpea, Paula Pérez y Covadonga González, del Colegio Víctor García de la Concha, de Villaviciosa, comentaron que había sido todo «encantador y emocionante», con «la orquesta muy bien y lo mismo los cantantes. Lo de Brasil, lo mejor».

Richard González, de 13 años, 1,80 de estatura, brasileño y de los Dominicos de La Felguera, estaba también encantado, «todo muy bien, sobre todo lo de mi país». Para Sergio Aguilera, del mismo colegio, «las canciones estuvieron muy bien, la última, la más espectacular, ¡y muy bien las bailarinas del can can!». Pelayo Fernández dijo que «lo mejor, el toreador; lo peor, Beethoven», y Jason Ramírez destacó «la participación de todos y la orquesta».