Ayer en Bueño, el productor de cine Andrés Santana regresó a su pueblo natal, la localidad grancanaria de San Mateo. En una pantalla parecida a ésa en la que, ya de noche y pasados el homenaje, el coloquio y la espicha, se proyectó «Blackthorn», la película que produjo a Mateo Gil, Santana conoció con 12 años lo que era el cine. La ponían detrás de la iglesia y su primera vez fue «El ruiseñor de las cumbres». «Yo no sabía qué era aquello», contó ayer en Bueño, «pensaba que era real, y cuando vi a Joselito, preguntaba "¿y ese niño?". Hasta que al acabar la película sonaba "Campanera", una canción suya que ponían los domingos por los altavoces de la iglesia. Y ya me hice un lío más grande. "¡Pero si éste es el niño que canta en la iglesia!"».

Así descubrió Santana que una película era «de mentira», antes de enamorarse de las del Oeste y de conocer, más tarde, el cine de autor de la «nouvelle vague» y quedar atrapado definitivamente en la profesión. Todos esos recuerdos volvieron a salir a flote ayer en el homenaje que le rindió la Asociación Cultural de Bueño en el arranque de un nuevo ciclo de cine al aire libre. Los recuerdos y cierto espíritu parecido al de los tiempos en que el cine era un acontecimiento. Porque los invitados al homenaje de Santana, el guionista y director Mateo Gil y, en especial, los actores Eduardo Noriega y Carmelo Gómez provocaron ese revuelo propio de la llegada de los artistas.

El decorado, claro, ha cambiado, y ahora la presencia de famosos hace que el vecindario dispare todo el rato de teléfonos móviles. Carmelo Gómez, rápido para las bromas, preguntó «¿en este pueblo no hay cámaras?». Y luego sacó el suyo y fotografió al público. Antes había cogido del brazo al productor Juan Gona, impulsor de estas sesiones, y entre bromas le había soltado un «¡sácame de aquí!», después de una sesión interminable de posados con los vecinos. Noriega también tuvo su buena dosis de fotos y saludos, y los dos cumplieron en el coloquio con el acostumbrado relato de anécdotas.

El otro protagonista, claro, fue el homenajeado, hombre de pocas palabras, pero serias: «Cuando hago una película», acabó por resumir su profesión, «mi vida se va con ella».

Antes, el grupo de actores, productores, directores y vecinos había visitado el centro de interpretación del hórreo y había continuado las lecciones sobre paneras y pegollos por las calles de la localidad de Ribera de Arriba, ilustrados por Roberto Álvarez, uno de los responsables del museo. Ya en la plaza, el homenaje comenzó con las palabras del alcalde de Ribera de Arriba, José Ramón García, admirado de ver la plaza llena: «Cuando doy un mitin no viene tanta gente, voy a tener que contrataros», bromeó.

Belarmino Fernández, presidente de la Asociación Cultural de Bueño, glosó la figura del productor, le entregó un pergamino y dio pie a que los actores iniciaran la broma de que Santana no hablara, retirándole el micro y pasándoselo a otro invitado cada vez que el productor iba a intervenir. Así, Noriega aplaudió «al productor, que no tiene ningún pudor en remangarse en el rodaje»; Carmelo Gómez, al que «hipoteca su casa en cada película», y Mateo Gil, al que le metió en el lío de irse a Bolivia a rodar «una del Oeste».

El cortometrajista y guionista de Mieres Jorge Rivero condujo un coloquio en el que Carmelo Gómez fue el más locuaz, dando claves sobre «Días contados», la película sobre ETA que «tanto le marcó» y que en los cines, al coincidir con la serie de televisión «La Regenta», provocaba la sensación rara en los espectadores «de ir a ver a un cura y encontrarse con un etarra», contó el director. Los mitos y retos del cine español o el lamento por la muerte de la industria acompañaron el resto de intervenciones. En resumen, el homenaje y la noche en Bueño ante la pantalla pudieron quedar resumidos en una frase del propio Carmelo Gómez sobre su carrera: «El cine es un lugar donde me siento muy feliz». Ayer en Bueño todos lo parecían.