Ochenta y cinco años han pasado desde que la calle Pelayo veía cómo uno de sus locales se llenaba de libros, mapas y todo tipo de material de oficina. La que se convertiría en la librería más emblemática de la ciudad estaba a punto de nacer. Hoy hay un vacío en ese número diecisiete, a unos pasos del pasadizo que une Pelayo con Uría. Y es que Santa Teresa cerró ayer sus puertas para no volver a abrirlas.

«La hora del cierre fue como la de un día normal, pero no estamos para muchas fiestas», aseguraba ayer Alberto Polledo, dueño del establecimiento al que ha dedicado toda su vida. Santa Teresa se ha convertido con el paso de los años en un sitio de referencia en Oviedo, por eso ante el cierre las emociones son múltiples. «Tengo el orgullo de que miles de amigos han pasado por aquí a reconfortarme. Cada persona que pasa por delante hace un comentario o entra a verme», asegura Polledo. El librero también comenta que durante estos días el número de personas que acuden al establecimiento se ha multiplicado «considerablemente» y que son muchos los que quieren llevarse algún recuerdo de la librería. «Libros con sellos de Santa Teresa o una firma de los que trabajamos aquí», dice, son algunas de las cosas que guardarán con nostalgia los últimos clientes.

Sin embargo, como explica Polledo, «todo tiene un principio y un fin» y hay que saber llevarlo de la mejor manera posible. «El que no sepa sonreír que no abra una tienda», asegura Polledo al comentar que cuando se pasa la vida detrás de un mostrador «hay que estar acostumbrado a sonreír siempre». La crisis, la edad de su dueño y la renta son algunos de los factores que han abocado al cierre. «Es la única salida que teníamos en este momento, entre la renta, la crisis, mi edad... Se suma todo y no deja espacio para otra solución», sentencia.

Cuando un comercio cierra siempre ronda en el aire la pregunta de qué hacer con todas las existencias. En este sentido Polledo asegura que está «muy tranquilo» por el buen trato de las editoriales. «Desde las actuales hasta muchas con las que llevamos más de cincuenta años nos han tratado bien», reconoce.

Y así se cierra esta etapa para la mítica librería y para su dueño que a partir de ahora cambiará sus hábitos por algunos más relajados. «Quiero dedicar siete u ocho horas al día a leer y a escribir. También haré ejercicio y por supuesto saldré a tomar algo con amigos y con mi mujer», concluye Polledo. Santa Teresa pone punto y final y se suma a la larga lista de comercios clásicos que se ha llevado la crisis.