A pocos kilómetros del centro de la ciudad e inmerso en la frondosa ladera norte del Monte Naranco se encuentra el cuartel del Llugarín, una desconocida joya del patrimonio histórico ovetense. El cuartel es un conjunto militar presidido por una gran casa en forma de «L» de unos 65 metros de largo y 30 de ancho. En él, todavía se aprecian las cuadras para la caballería y varias troneras, además de una zona de tiro al otro lado del río Campaneo, a escasos metros de la construcción principal.

Aunque nadie tiene la certeza, parece que el cuartel data de 1915, según asegura el historiador ovetense José Luis López Del Vallado, quien atribuye al general Bernardo Álvarez del Manzano la construcción del edificio. El principio del siglo XX vino marcado por una fuerte conflictividad social y éste pudo ser uno de los principales motivos de su construcción. «Buscaban una zona de tiro aislada cerca de la ciudad. Además, la situación era estratégicamente inmejorable, pues desde allí podían acceder a las minas de Llanera o a las fábricas de Lugones», señala Del Vallado. El historiador asegura que además existen documentos escritos que certifican su uso como campo de tiro en el año 1919.

Ahora, casi un siglo después, el montañero y restaurador Víctor Monte, ha decidido rescatar este enigmático y desconocido capítulo de la historia de la ciudad. En agosto del pasado año, Monte se armó de valor y, sin la ayuda de nadie, comenzó las labores de limpieza que todavía no han acabado, según asegura el propio montañero. «Un señor de Villaperi me habló de su existencia. Comencé a indagar, hablé con los vecinos y tras encontrarlo, me dispuse a limpiarlo. Está siendo una tarea dura pero está mereciendo la pena», explica. El terreno sobre el que se encuentra pertenece a las canteras de Aceralia, y esta es una de las mayores preocupaciones de su restaurador. «Sería una pena perder este trocito de la historia de Oviedo como ya pasó con la estación del Vasco. Su arquitectura es austera y funcional, pero su valor histórico es incalculable. Por ello, decidí abordar la tarea, con la intención de conservarlo y darlo a conocer», asegura Monte.

Conocido por los vecinos más longevos de los pueblos colindantes, existen varias hipótesis sobre el cuartel del Llugarín. Su redescubridor y algunos habitantes de la zona mantienen la teoría de que el campamento había sido un cuartel carlista situado en un lugar discreto y apartado. Además, la existencia de las cuadras invita a Monte a pensar que el lugar se construyó en el siglo XIX. «Tras la Revolución francesa la caballería pasó a un segundo plano, por lo que es difícil comprender la existencia de las cuadras en un cuartel construido a mediados del siglo XX, cuando los caballos apenas eran utilizados por los militares».

Sin embargo, las investigaciones de Del Vallado desmontan la hipótesis carlista, pues asegura que esto contradice el «modus operandi» del movimiento. «Los carlistas eran bandas armadas que actuaban rápido y no tardaban en huir. No ocupaban territorios, por lo que es imposible atribuirles la construcción del campamento. Además, no existe en la época ni un solo documento escrito que certifique la existencia de una fortaleza carlista en las inmediaciones de la ciudad», señala Del Vallado, que ensalza las tareas de limpieza que su amigo Monte ha realizado en el campamento.

Aunque no es fácil llegar al cuartel si no se conoce la ubicación con exactitud, acceder desde el Llugarín parece la opción más apropiada. Tras cruzar el pueblo y caminar unos metros por la montaña, se encuentran los carteles que el propio Víctor Monte ha colocado por la ladera y que facilitan el acceso a los visitantes. Gracias al trabajo incansable de este montañero pueden disfrutar en primera persona de un trozo de la historia viva del concejo, toda una joya escondida en el corazón del Naranco.

Víctor Monte, el restaurador del Naranco

Con 65 años, y tras toda una vida como marinero surcando los mares de medio mundo, Víctor Monte -en la imagen- compagina sus clases de fotografía con la montaña, su mayor pasión. Cada día desde hace 30 años recorre las faldas del Naranco, donde ha construido varios refugios para montañeros y ha restaurado varias construcciones.