El mediodía de un lunes de agosto no suele ser precisamente una hora punta de tráfico en la capital del Principado. Y sin embargo, ayer a las doce los accesos a la ciudad estaban colapsados. La lluvia atrajo a Oviedo a muchos de los turistas que estos días pasan sus vacaciones la región y que coinciden en aprovechar el mal tiempo para dedicar el día a conocer la capital.

Los aparcamientos del centro rozaban el lleno y las calles eran un ir y venir de turistas, enfundados en chubasqueros de plástico recién comprados y sacando sus cámaras con precaución bajo el orbayu. En la plaza del Ayuntamiento, un chaparrón dividía a los visitantes entre los que hacían cola en la oficina de turismo y los que se refugiaban, callejero en mano, bajo los arcos del Ayuntamiento.

«Vinimos por el buen tiempo, por el sol, pero nos han "engañao"». Javier Lausín tiraba de gracia granadina para corroborar que era la lluvia la que había traído a Oviedo, sin mucha planificación, a su familia, junto a unos amigos de Zaragoza. Todos juntos se alojan en una casa rural en Villamayor (Piloña) y confiesan que su plan original para ayer era realizar el descenso del Sella en canoa.

Aun así, y a las puertas de la oficina turística, todos se mostraban ilusionados por descubrir la ciudad. Aunque no sabían muy bien el itinerario a realizar, sí tenían claro que querían seguir disfrutando «del queso y la fabada, extraordinarios», además del trato de los asturianos, según explicaba Virginia Morales. «Nos quedamos hasta que nos echen», bromean.

También desde Granada y de improviso llegaba la familia encabezada por María Ángeles Piqueras y Manuel Ángel Montoya, junto a sus hijos, Álvaro, Fátima y Antonio. Después de cinco días conociendo Cantabria y el oriente de Asturias, con base en Benia de Onís, explican que ya tenían la visita a Oviedo «en la agenda», pero que se decidieron a venir al comprobar cómo había amanecido el día. Recién llegados a la plaza de la Catedral, Piqueras y Montoya mostraron su interés por la exposición dedicada a la Sábana Santa: «Acabamos de enterarnos y nos gustaría verla», aseguran. Precisamente, la exposición alcanzó ayer su récord de visitas, con casi setecientas entradas vendidas.

Otros reconocían directamente que sólo la lluvia podía sacarlos de la costa: «Si siguiera haciendo sol nos habríamos ido otra vez a la playa», dicen José Miguel López y Sara Ramos, visitantes madrileños que se hospedan en la casa de unos amigos en Torrelavega. En cuanto a los planes, afirman que querían «ver los monumentos prerrománicos», pero no sabían «que quedaban tan lejos».

El caso contrario es el de Rocío Rodríguez y Mónica Bartalini, llegadas también de Madrid. «Teníamos este día reservado para conocer la arquitectura de Oviedo», explica Rodríguez, a quien le «fastidia un poco» que la visita quede pasada por agua. El hotel de la Reconquista y el teatro Campoamor eran dos de los lugares marcados en su hoja de ruta.

También hay para quien el paseo lluvioso por Oviedo se ha convertido ya en tradición. «Llevamos cinco años viniendo a Asturias y siempre aprovechamos cuando hace malo para pasar por aquí. Nos hemos dado cuenta de que nos falta conocer Oviedo con sol», cuenta otro visitante madrileño.

Y algunos incluso celebran la llegada del agua. «Así les doy uso a los bártulos de lluvia, ya que cargo con ellos...», bromea Ángel Martí, un valenciano que visita el Principado con una excursión organizada. «De sol ya tengo bastante en mi tierra, me agrada que esté más fresquito cuando vengo al Norte, aunque este año he pasado calor», cuenta Martí.

Pocas quejas entre los turistas, y menos en un verano que hasta ahora ha venido lleno de sol. La mayoría coincide en tomarse la lluvia como una oportunidad para realizar planes distintos, y Oviedo se convierte en el destino ideal.

Entre los ciudadanos carbayones, los que mejor cara le ponen al mal tiempo en verano son los que trabajan en la hostelería y los servicios turísticos. «En Oviedo, siempre mejor que llueva», afirma Víctor Peláez, encargado de una cafetería en la calle Fruela, que asegura que se vende «mucho más» cuando no brilla el sol.

En uno de los establecimientos «low cost» que han proliferado en la ciudad en los últimos meses, en la calle Cimadevilla, Montse Folledo estima en «al menos un treinta por ciento» el aumento de la afluencia de turistas en los días de agua. La calle estaba ayer repleta de gente por su emplazamiento estratégico, al conectar el Ayuntamiento y la Catedral.

Algo más cauto es Arturo González, camarero de una sidrería de la calle Gascona. Para él «hay el mismo volumen de gente que otros días, pero el mal tiempo sí que hace que se consuma más». Aun así, «el turismo sigue bajando cada año», lamenta González.

Los comercios orientados al turismo tienen algunas voces discordantes. «Aquí, en realidad, se vende menos; cuando llueve, la gente pasa a toda velocidad, con la cabeza gacha, no se paran a mirar las tiendas», cuenta el encargado de un establecimiento de prensa y regalos de Cimadevilla, que detecta que «ha bajado sobre todo el turismo internacional, vienen menos italianos y menos portugueses».

Por el contrario, Laura Gómez, empleada de una tienda de camisetas, percibe especialmente la influencia positiva del tiempo atmosférico: «Cuando hace sol, todo el mundo se va a la playa; se vende mucho más con lluvia», asegura. «¡Y yo soy prueba de ello!», exclama un cliente con llamativo impermeable, botas y cámara al cuello: el kit del turista de lluvia en Oviedo.

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