Raquel GARCÍA

La vida de Carmen Suárez Casarreal (Soto de las Regueras, 1916) siempre ha estado dedicada al trabajo: nunca ha conocido otra cosa que no fuera el esfuerzo y la perseverancia. Ahora, con 97 años, piensa que no es momento de cambiar costumbres. En su casa de San Claudio cocina con leña que ella misma corta con un hacha, y no permite que se utilicen fregonas «porque no limpian bien». En ocasiones, amasa su propio pan y tampoco usa lavadora. Hace años le regalaron una, pero decidió enviársela a su hermana y seguir lavando la ropa a mano en la pila.

El domingo, el pueblo en el que reside le rindió un homenaje durante las fiestas de San Roque. Era un secreto a voces en San Claudio, pero Suárez no sospechaba nada. «Nunca pensé que recibiría este reconocimiento por parte de mis vecinos y amigos, no me lo esperaba», cuenta la mujer. Reconoce que ha tenido una vida dura, pero sus hijos afirman que «nunca se ha quejado de nada». Cuando habla de sus años de trabajo y sacrificio, rememora que lo que siempre le inculcaron fue el amor al trabajo. «Eran años de escasez y como pensaba que todo el mundo estaba como mi familia, apenas pedía dinero por mi trabajo», añade. Gran aficionada a las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, durante su juventud marcaba una cruz en las esquinas de las que ya había leído y luego las cambiaba en el Fontán. No era por falta de memoria, porque Carmen Suárez recuerda perfectamente el día de la semana en el que alumbró a sus cinco hijos, dos de ellos mellizos que fallecieron al poco de nacer.

Todos en el pueblo la conocen y algunos vecinos afirman que cuando ella no está el pueblo «parece vacío». La mujer sólo pide que cuando falte «su casa esté como siempre ha estado, llena de gente que quiere estar en compañía».