Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Investigadores de la International School of Archaeology de Nueva York, con la colaboración de la asociación ARAMA 1936-1937 (Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana), han trabajado este verano en la cima del Naranco para hacer más visibles las fortificaciones de la Guerra Civil. Durante las excavaciones han encontrado «gran cantidad de material bélico y objetos personales»; tantos que ya tienen en mente una futura exposición sobre la batalla de Oviedo. Ése es, por ahora, un proyecto, pero este mismo fin de semana está previsto colocar la señalización informativa en la trinchera abierta en el Naranco.

Durante esta campaña estival los arqueólogos estudiaron las trincheras ubicadas apenas a cincuenta metros del mirador del Sagrado Corazón, que descienden en zigzag hasta una primera línea de fuego formada por puestos de tirador y casetas excavadas en la roca, donde los soldados del bando nacionalista se ponían a cubierto de la artillería del Frente Popular. Las excavaciones han confirmado, según Clarke, que los republicanos llegaron a tomar esta trinchera y que «estuvieron a menos de cuarenta metros de tomar las posiciones nacionalistas del Pico Paisano.

La campaña arqueológica del año pasado, en la que ya participaron los estadonidenses, hizo visitable el fortín conocido como Cama del Moro y este año han incorporado la trinchera del Pico Paisano, escenario de los sangrientos episodios de la batalla de Oviedo. A las 8 de la noche del 20 de febrero de 1937 las fuerzas del Ejército republicano del batallón vasco Larrañaga se lanzan sobre las tropas nacionalistas de origen africano que defienden el Pico Paisano. El objetivo es tomar el pico para posteriormente descender hacia Oviedo cortando el pasillo que permite la evacuación y llegada de refuerzos a la ciudad, cuenta Megane Clarke, la directora de la International School of Archaeology. El Ejército africano arrasó a los vascos y dejó sobre la ladera del Pico Paisano trescientos cadáveres. Minutos más tarde, relataba un periodista, «un silencio impresionante reinó en el monte Naranco y los moros se dedicaron a recoger los muertos del enemigo».