José A. ORDÓÑEZ

Ojos como platos, bocas abiertas y expresiones de asombro en las caras. Y hasta algún «ooooooh» de sorpresa. Decenas de niños realizaron ayer en la ciudad un primer y apasionante viaje al mundo de la ciencia, gracias al programa «La noche de los investigadores», una iniciativa con la que la Universidad de Oviedo trata de acercar de una forma amena y divertida la labor científica que desarrolla a los más pequeños.

Miguel Arias, uno de los niños ovetenses que no se perdieron la oportunidad de convertirse en científicos por unas horas, estaba encantado con el taller dedicado a los secretos de la tierra. «Pude ver un meteorito y un montón de minerales», destacaba acompañado por un grupo de amigos, poco antes de acercarse al «stand» sobre el cerebro humano, uno de los que más interés despertaron. Y es que ofrecía un vídeo en tres dimensiones, para cuyo visionado eran necesarias unas gafas especiales que los pequeños se fabricaron sobre la marcha a partir de trozos de cartulina.

María Sánchez, de 9 años, estaba impresionada por la maqueta de un cerebro. «No me imaginaba para nada que fuese así», reconocía con cierta cara de asombro.

«La noche de los investigadores» se celebró en la planta baja del palacio del conde de Toreno, en la plaza de Porlier de la ciudad. La iniciativa está organizada por la Unidad de cultura científica de la oficina de transferencia de resultados de la investigación. Se desarrolla de forma simultánea en 29 ciudades españolas y cuenta con financiación de la Unión Europea (UE). Entre las seis de la tarde y las diez de la noche, biólogos, físicos, geólogos y químicos acercaron a los niños algunos sorprendentes secretos de la naturaleza que les rodea y en la que no suelen fijarse demasiado. Los docentes también disfrutaron lo suyo ante el interés demostrado por estos pequeños alumnos y por las pregunta reiterativas en la búsqueda de porqués. Uno de los objetivos de la iniciativa pasa por sacar del laboratorio y acercar a la sociedad la figura del investigador y el trabajo que desarrolla.

«¿Las sombras son realmente negras?» Este era el reto que planteaba el taller dedicado a los misterios de la energía. En él, los científicos en miniatura tuvieron oportunidad de acercarse a los secretos de la luz a través de juegos y experimentos sobre cuestiones tales como si se mueve en línea recta.

Marcos López, de 10 años, centró su atención en el taller destinado a la química. ¿Qué relación guardan el color y la luz con esta ciencia? El pequeño supo que los cambios de color son útiles para conocer el estado de oxidación o el nivel de PH. Y que las reacciones químicas no solo pueden producir luz, si no que tienen incidencia en las medidas de seguridad de los documentos oficiales.

Casi un millar de niños participó el año pasado en «La Noche de los Investigadores» y es más que probable, a la espera de que se confirme, que ayer se superase esa cifra. Y es que los talleres instalados en el palacio del conde de Toreno estuvieron repletos desde las seis de la tarde, la hora en la que dieron comienzo. Algunos pequeños hasta tuvieron que hacer cola para poder tomar parte en los stands más concurridos, como, por ejemplo, el destinado a la realización de experimentos con la luz.

También tuvieron un más que notable éxito los dedicados al magnetismo; el que, a través del un microscopio, permitía hacer un apasionante viaje desde el núcleo a la corteza terrestre, o el destinado a que los niños conociesen las estructuras de las células neuronales.