La Cofradía del Desarme celebrará hoy al mediodía, en el Auditorio, su capítulo anual y distinguirá a sus cofrades de honor, entre ellos LA NUEVA ESPAÑA. Al acabar desfilarán hasta el Ayuntamiento de Oviedo y la plaza de Trascorrales.

El Desarme tiene este año un sabor familiar. La popular celebración gastronómica, el 19 de octubre, ha caído en sábado, de modo que las comidas entre compañeros de trabajo, que abundan ese día, fueron relegadas por encuentros entre parientes y amigos, salidas en pareja y en pequeños grupos. Muchas reservas se adelantaron al viernes y los hosteleros coincidieron en que ese fue el día en el que a más comensales sirvieron el sabroso e invariable menú de garbanzos, callos y arroz con leche.

Sentada a una mesa de un restaurante situado en la calle Cimadevilla, esperaba la llegada de su fuente de garbanzos la familia Delgado. «Siempre comimos el Desarme, en casa, entre amigos, en el trabajo...», aseguró José Luis Delgado, y ayer no iba a ser la excepción. Tenían que salir de viaje por la tarde, por eso adelantaron la hora de comienzo de la comida, lo que explica que fueran los primeros en llegar y acomodarse en el comedor, cuando aún no habían dado las dos y media. Los Delgado se sentían capaces de afrontar el viaje tras el copioso menú. «No hay que acabar con todo, se prueba un poco de cada, como en la bodas», aconsejó el cabeza de familia.

Ángel Sotorrío, acodado en la barra de otro local tomando sidra y una tapa de garbanzos, es uno de los muchos que adelantaron el Desarme al viernes, para compartirlo con los colegas de trabajo. «Yo desarmé ayer por un amigo que marchaba», comentó. Lleva cuarenta y un años viviendo en Asturias y «treinta y nueve comiendo el Desarme», afirmó. «El Desarme es una fiesta laboral: se come y se sigue trabajando por la tarde», manifestó.

Con él, en el bar, estaba Laura Mijares que prefiere disfrutar en casa de las especialidades del Desarme y comentaba que ya había adquirido todo lo necesario para prepararlo. En el comedor del establecimiento algunas mesas ocupadas, no muchas. En una estaban disfrutando el Desarme dos parejas maduras. «Buenísimo», aseguraba José María Álvarez, haciendo referencia a los callos que tenía en el plato. Los cuatro amigos, «como una familia», habían conseguido instalarse por primera vez en muchos años junto a la ventana. A este restaurante suelen acudir a degustar el Desarme muchos de los religiosos de la Catedral, pero ayer no había ninguno y las mesas que suelen ocupar, las que se asoman a la calle, estaban libres. Un camarero confirmó que ayer no se esperaba a los sacerdotes habituales: también ellos habían desarmado el viernes.

En otro de los restaurantes con solera del casco antiguo, amigos y parientes compartían mesa. Pepe Torre, sentado a la cabecera, declaraba su fidelidad al establecimiento. «Llevamos muchos años comiendo en Desarme y siempre aquí», afirmó. Torre, secundado por Adolfo Fernández, sentado a su derecha, tiene la impresión de que «la costumbre cada vez arraiga más, viene gente de fuera y se come en Gijón y Avilés». Adolfo Fernández añadió que el movimiento que se advierte en la calle con el Desarme anuncia ya el ajetreo que se avecina con la entrega de los premios «Príncipe de Asturias», la próxima semana.

Lejos de allí, un local de la calle Caveda estaba repleto y las cazuelas y los platos a rebosar. A la hora de la comida se sirvieron doscientos treinta y cinco menús del Desarme, y también había reservas para la cena. La clientela se repartió entre los tres días en los que se sirvieron los platos del Desarme en los establecimientos participantes en la convocatoria de Hostelería de Asturias.

Ramón González, encargado de una sidrería situada en la plaza de Trascorrales, lo servía por primera vez. A primera hora de la tarde, cuando aún no habían dado las dos, tenía sentados en su restaurante a veinte clientes esperando por el guiso de garbanzos, para empezar. Otra veintena había reservado mesa para más tarde.

La crisis, según los hosteleros, no ha hecho mella en el Desarme y las reservas y menús servidos están siendo similares al año pasado. En Madrid hay veintiocho restaurantes que también ofrecen el menú ovetense, que la tradición vincula a las guerras carlistas del XIX. Su origen, según algunas versiones, está datado en 1856, cuando uno de los ejércitos involucrados en la contienda fue desarmado aprovechando que sus soldados se hartaban de los suculentos garbanzos.