"Si te descuidas, hoy enseguida te llaman fascista", pero asumiendo el riesgo hay una receta esencial según la cual "hay cosas sobre las que no se puede ser relativo, cuestiones en las que tienes que ser dogmático". Para cuando Gustavo Bueno se opuso de ese modo al relativismo cultural como patrón de análisis de la realidad humana, al imperio absoluto del respeto y la tolerancia, hacía unos tres cuartos de hora que había descendido a las entrañas de un "embrollo" metafísico básico, a una de las partículas elementales de la filosofía: el hombre. Bueno planteó como asunto a seguir el título de su charla, "El reino del hombre", formulado como un "¿qué es el ser humano?" y una ruta para encontrar respuestas siguiendo las coordenadas del materialismo filosófico.

No va a ser fácil, en este terreno "estamos en un perfecto caos" que conviene "domesticar" mediante la aplicación de los principios del materialismo filosófico, advierte de entrada Bueno. En esas premisas asentó el filósofo los fundamentos básicos de un "cursillo" que tendrá otras tres sesiones tras la de ayer y cuyo propósito es "preparar los ánimos para desconectar las cuestiones sobre el hombre de todo lo que tenga que ver con las realidades metacósmicas, con la teología". Sería disociar el "reino del hombre" del "reino que no es de este mundo" que se consagra en el Evangelio, o lo divino de lo humano.

Bueno delimitó durante dos horas el territorio en el que cabe diseccionar metafísicamente el concepto de humanidad y en ese contexto insertó su reacción contra el relativismo como método de análisis. He ahí uno de los caminos equivocados, precisó, una receta que acaso contiene en sí misma el resumen de cierta incitación a "analizar el caos" mediante una metodología que exige, de entrada, que "no se puede ser neutral". Al hablar del relativismo citó el error del "absoluto respeto" ante lo irracional y lo argumentó a través del ejemplo extremo de los indígenas de los mares del Sur y de la sensación de que no vale el asentimiento aséptico ante los canacos de Nueva Caledonia, "que dicen tener la evidencia de transformarse en lagartos o de ser capaces de la bilocación", de estar en varios lugares al mismo tiempo.

"El reino del hombre", la primera charla de este "cursillo" que continuará los tres próximos lunes en la sede ovetense de la Fundación Gustavo Bueno, podría haberse titulado "El embrollo antropológico", como caracterización exacta del territorio dialéctico en el que el filósofo se movió ayer durante dos horas.

La primera parte del trayecto, por la que Bueno guió a su auditorio en esta primera clase magistral del curso, nace de la constatación de que las cuestiones sobre la humanidad constituyen justo eso, un sonoro "embrollo". Su objetivo es enseñar a orientarse en ese "caos" que metafísicamente hablando es el hombre, un "reino" de límites desdibujados, un "mar sin orillas" en el retrato que el filósofo riojano afincado en Asturias había empleado antes en otra parte. Un embrollo, partiendo de lo semántico, es un todo "donde las líneas y términos de que consta no están distinguidos ni claros". Y la humanidad sería ahí un caos en el sentido en el que también lo es, por ejemplo, "la enciclopedia Espasa, donde cada artículo es claro y distinto, pero unos y otros se van acumulando hasta el embrollo. Un caos como internet, esa "selva" en la que "todo está enredado, aunque cada noticia", por separado, "pueda ser clara y distinta".

Su propósito, dijo ayer varias veces Bueno, consiste en buscar métodos para "domesticar ese caos". No negarlo, sino identificar conexiones entre sus partes. Y en ese camino hay muchas puertas cerradas. Una es aquélla del relativismo; otra, una fórmula de resolver el embrollo que se limite a reducirlo a la separación de sus elementos -cuerpo y mente disociados: por un lado, el hombre como automatismo corpóreo; por otro, el espíritu que se coordina con él-. Según el filósofo, "ha llovido mucho para que alguien se contente con este esquema", en la línea de la "metafísica grosera" del dualismo de Descartes y la parte de su doctrina que el filósofo francés, según expuso Bueno, toma de Gómez Pereira, médico y pensador español, "de Medina del Campo".

Lo divino y lo humano

En el caos de lo humano se mezcla, asimismo, al decir del profesor, la idea de humanidad que asoma tras la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que también nace de la "segregación de los componentes que determinan ese reino del hombre", toda vez que en la definición que allí se propone "no hay ni razas, ni lenguas, ni religión. Queda el hombre desnudo, la idea pura de hombre, y esto plantea problemas porque esa Declaración es la única norma universal que tiene hoy en día la Humanidad".

Acotando territorios, hablando de los "embrollos metacósmicos" vinculados con la idea de la humanidad, aparecen en el discurso Adán y Eva, y a través de ellos la idea de "fraternidad universal", que el pensador francés Pierre Lerroux "sustituyó por la de solidaridad, muy en boga ahora mismo", afirma Bueno, y hasta una invitación a la reflexión más o menos en serio sobre la vida extraterrestre al hilo del dogma cristiano de la Encarnación. La pregunta es aquí si Jesucristo "habría venido aunque el hombre no hubiera pecado". O si "fue también a otros planetas", a la vista de que "tiene bemoles", apunta el filósofo, que la Sociedad Geográfica Española haya premiado al astrónomo estadounidense Frank Drake por sus progresos en la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra.