M. S. M.

El pintor asturiano Darío de Regoyos (Ribasedella, 1857), de cuyo fallecimiento en Barcelona se cumplen cien años, pintó en clave simbolista y expresionista, ligado al espacio belga que le vio crecer como artista. Allí inició los caminos artísticos por los que más tarde avanzaron los artistas españoles del siglo XX. Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes, ofreció ayer una conferencia dentro del ciclo que el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) dedica al pintor, en la que analizó la influencia de Regoyos sobre una generación de pintores "que vieron en él un referente, un modelo de soledad a la que le obligaba ese concepto artístico que abrazó, lejos de las solemnidad y de los fastos".

Su figura y su modo de hacer fue un revulsivo para un grupo de pintores que se incorporaron a los homenajes tras su muerte. "Dieron muestra de la pasión que sintieron por esa personalidad tan libre, dueño de una obra que se anticipa a las ideas estéticas y humanistas de los intelectuales del 98", comentó Palacio, que dividió en tres grupos a los artistas seguidores del asturiano: La escuela vasca, el núcleo catalán y un grupo de artistas que se reunieron en torno a la generación del 98. En este último conjunto figuran nombres de la escuela vasco-castellana que denuncian la crisis que vive España y la necesidad de una regeneración, mientras que Azorín, Baroja, Unamuno... también admiran la pintura de Regoyos, su originalidad, su franqueza y su claridad.

A pesar de que son los cuadros realizados en Castilla los que lo conectan con la Generación del 98, Castilla no era un lugar en el que quisiera vivir, "lo consideraba un territorio hostil para ser habitado y para ser pintado", porque veía en su excesiva luz más un inconveniente que una ventaja. Pero aún así, tuvo muchos seguidores que pintaron allí. Es el caso de Zuloaga y Gutiérrez Solana, entre otros. Palacio destacó la presencia en algún cuadro de Solana de la pintura de la España negra y el proletariado suburbano narrado también en algunas novelas de Baroja.

La escuela vasca es el otro grupo artístico al que inspira y contagia su apuesta por la modernidad. En el año 1900 se funda la Sociedad de Artistas Modernistas que fue un trasunto de aquellas que había conocido en Bruselas y París. Esta sociedad va a atraer a artistas muy comprometidos con el discurso moderno como lo era Regoyos para quien "el hecho de pintar o contemplar una exposición ya era un acto revolucionario". Finalmente, el pintor de Ribadesella influyó en artistas del núcleo catalán que lo admiraron y frecuentaron su compañía. Entre ellos destacan Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Isidro Nonell y Anglada Camarasa.