Dos veces ha estado Armando Arnaldo a las puertas del quirófano y las dos le han dado la vuelta. Este vecino de La Argañosa, de 67 años y enfermo de corazón, lleva casi un año esperando una operación de hernia inguinal. Cada vez que es citado en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) regresa a casa el mismo día, tras varias horas ingresado y, en una de las ocasiones, incluso después de haber sido sedado, pero sin haber resuelto su problema. Unas pruebas traspapeladas y la falta de anestesista son las excusas que le dieron en cada una de esas ocasiones. «Nos quejamos, sí, pero nos escucharon como el que oye llover», se lamenta su esposa, Esther Álvarez, esperando la próxima citación.

La última fue el pasado 8 de noviembre. Arnaldo cuenta que ingresó en Maternidad, donde se iba a llevar a cabo la operación, a las ocho de la mañana, en ayunas y sin haber tomado la medicación para el corazón, como le habían ordenado. Esperó en la cama, tras haberle rasurado la ingle y sedado, y a las tres de la tarde entró en su habitación una residente. Fue quien le informó de que una operación anterior se había alargado más de lo previsto, por lo que la suya quedaba suspendida «por falta de anestesia».

Un mes antes, el 7 de octubre, Arnaldo había pasado por una situación parecida. Aquella vez llegó al hospital a las once de la mañana. «A mediodía la cirujana nos dijo que no podía operarlo, porque no aparecía el papel con las pruebas de la anestesista», cuenta Esther Álvarez. Aquella doctora les pidió «muy amablemente» que esperaran unas horas, hasta las seis y media, por si el documento aparecía, pero no fue así.

Previamente y entre uno y otro ingreso el paciente Armando Arnaldo ha pasado por tres analíticas. Su médico de Atención Primaria le diagnosticó la hernia inguinal en diciembre del año pasado. Para «agilizar» los trámites y acortar la espera, según les indicaron, fue derivado al hospital Monte Naranco y en febrero de este año le sometieron a una primera analítica. Sin embargo el anestesista de ese centro no dio su aprobación y devolvió su caso al HUCA. En junio Arnaldo repitió todas las pruebas en el Cristo y, tras la primera operación fallida, volvió a pasar, a finales de octubre y por tercera vez, por una batería de análisis.

El matrimonio dice haberse encontrado con otros enfermos con experiencias similares a las suyas. No saben si los recortes, los preparativos del traslado del HUCA o los cambios informáticos pueden explicar un caso tan rocambolesco. Él asegura que la próxima vez que lo ingresen no se quitará la ropa hasta entrar a quirófano y ella lanza a los profesionales de la sanidad una incómoda pregunta: «Si él fuera su padre o su hermano, ¿lo mandarían a casa? Si fuera alguien que le doliera, una amiga, ¿la enviarían de vuelta sin ofrecerle ni un vaso de agua?».