Elena FERNÁNDEZ-PELLO

A Saúl lo que más le gusta en este mundo son los piratas y, aunque lleve algún tiempo enfermo y haya necesitado ingresar en un hospital, nada le impide imaginar el mar y soñar con los barcos, incluso ha podido construir uno, chiquitito, porque sus manos son pequeñas, de niño. Tiene muchos colores, una bandera y un chorro de humo gris saliendo de una chimenea. Durante unas horas, ayer por la mañana, Saúl olvidó dónde estaba y porqué. En ese viaje por la imaginación y el arte le acompañaron otros cinco niños, ingresados como él en el centro materno infantil del Hospital Universitario Central (HUCA). El pintor y escultor José Paredes les guió, enseñándoles a crear pequeñas obras de arte con material de reciclaje.

"Reciclarte", el taller impartido ayer por el artista ovetense, es una de las actividades complementarias programadas por las Aulas Hospitalarias. Seis maestros y profesores, cinco en Oviedo y uno en Gijón, dan clase diariamente a los niños ingresados, tanto en grupo como en las habitaciones, y también a domicilio, a los chiquillos que convalecen en su casa y que no pueden asistir al colegio. Mar Esteve, Ana Astuy, Rosa García, Susana Carreño y María Murciego forman parte de esta unidad educativa, que dirige Carmen Herrería y que depende de la Consejería de Educación. El objetivo, explica Herrería, es "fomentar la creatividad de los niños, favorecer su estado de ánimo y ocupar su tiempo mientras se encuentran hospitalizados".

Pelayo, que tiene doce años y lleva un mes ingresado, admite que en el hospital hay mucho tiempo libre. La escultura que hizo ayer, asesorado por Paredes, está dedicada a su abuelo, que falleció hace unos años y que era pescador. Recrea la ría de Avilés, con sus naves industriales y las redes tendidas sobre las rocas. Pelayo ya sabía de la reputación del que ayer fue su maestro, porque es aficionado al arte y pinta al óleo.

Cristina, una tímida adolescente canaria de catorce años, se animó con una escultura "futurista", y su compañera, Verónica, de doce, reconocía que "ni yo misma sé lo que estoy haciendo". Con ayuda de Paredes se animó a definirlo como "un coche de agua". Otro de los chiquillos, el segundo Saúl del grupo, no podía trabajar con su brazo inmovilizado, así que una de las profesoras le ayudó a materializar su idea, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra: "Yo soy las manos y él el cerebro".

Y así se pasó la mañana en la tercera planta del Materno Infantil, en un respiro a las rutinas médicas.

José Paredes, que por primera vez impartía un taller en el HUCA, quedó cautivado por los chavales y prometió regresar. "Hay que hacer una exposición", propuso alguien.