Tras la imparable invasión de la fiesta de Halloween corremos el riesgo de que nos invada el Día de Acción de Gracias, que ya empieza a salir en los periódicos como una celebración a tener en cuenta. Quizá por eso, en este mundo de «co-working» y de «smartcities», un pavo del campo ha sufrido un repentino ataque de rebeldía y ha migrado desde el centro urbano burgués al barrio de la Argañosa, creando inquietantes situaciones vitales. Es toda una experiencia, digna de una princesa de Rubén Darío, levantarse a desayunar y ver un pavo real que te mira fijamente por la ventana. Menos simpatía le tienen las fuerzas de seguridad de la ciudad, que han empleado su tiempo precioso en coger el ave (que en el fondo no es más que una gallina muy bien arreglada, una gallina ovetense) para devolverla a su jardín.

Los pavos reales del Campo, paseándose a sus anchas por las calles, son una seña más de la identidad de Oviedo, una ciudad de fuerte personalidad que no deja de darnos sorpresas. La última, el respaldo unánime del Pleno del Ayuntamiento al centro social autogestionado de «La Madreña». ¿Dónde se ha visto un Ayuntamiento con mayoría de derechas que dé su apoyo sin titubear a un centro social ocupado? La naturalidad con la que «La Madreña» se ha integrado en la vida cultural y social de la ciudad derriba algunos de los sambenitos con los que carga la capital asturiana, de ciudad estirada y casposa. La ocupación de «La Madreña» atenta contra uno de los pilares de la moral burguesa, la propiedad, pero tanto el PP como Foro han puesto por encima de ese principio, aparentemente, la función cultural que ha cumplido el centro social de General Elorza y han reprobado la imputación de cinco activistas por participar en sus actividades.

La derecha de Oviedo, pues, aunque no vaya a «La Madreña» la tolera y no la quiere sentada en el banquillo. Y en el mismo Pleno el rojo oficial de Oviedo, ese Rivi al que los votantes de la avenida de Galicia defendieron cuando su propio partido se lo quiso calzar, se apoya en el Papa Francisco para sostener su discurso contra el neoliberalismo. Esa plasticidad de unos y de otros, al menos aparente, debería ser explorada como una manera creativa de plantar semillas para el futuro. Esta ciudad peculiar, habitada por gente muy activa (los actos que organiza y frecuenta la sociedad civil ovetense cada día dan fe de ello), debería aprovechar esa creatividad y esa facilidad para organizarse y hacer cosas. Desde la Fundación Ópera de Oviedo, que ha sido capaz de sostener una temporada lírica de primera línea contra viento y marea, hasta todos esos galeristas que luchan en solitario contra la crisis, pasando por los jóvenes imparables del Local Paraíso y los de «La Madreña», o las generaciones que salen de la Escuela de Arte, Oviedo tiene un enorme potencial que debe ser entendido por todos los que tienen la responsabilidad de manejar el timón del asunto. En el ámbito cultural así está siendo: la colaboración entre el Ayuntamiento y la Universidad de Oviedo, con la coincidencia en el tiempo y en el lugar de creativos como Marzio Conti y Vicente Domínguez, ha dado sus frutos. El alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, que es un entusiasta de ese Oviedo que hace cosas, ha incluido en el presupuesto municipal, como inversión estrella, la construcción de un centro para empresas tecnológicas en Ventanielles. El Alcalde pretende crear el ambiente propicio para que los «frikis» que están escondidos en casa engorilando con sus ordenadores salgan al mundo y proyecten su capacidad de hacer cosas, porque esa realidad tecnológica en la que fluye la información, en la que es posible que un joven inteligente haga un descubrimiento vital sobre el cáncer, es por donde parece que va a transitar el futuro. Para que tenga éxito y el centro no sea una carcasa vacía (como me temo está siendo el vivero de empresas de ciencias de la salud) es necesario que además de paredes y de impresoras en tres dimensiones haya gente, es necesario que se cree un caldo de cultivo similar al que se ha vivido en los últimos tiempos con la cultura. Y así podremos pasar página a los tiempos del hormigón, y quizá nos acerquemos un poco más a los de la inteligencia. Ojalá que en esto, y por seguir la moda de los anglicismos, Oviedo también sea «different».