Durante cinco minutos y tres segundos aplaudió ayer noche el público del teatro Campoamor la ópera "Ainadamar", del compositor argentino Olvaldo Golijov, cuarto título de la LXVI Temporada de Oviedo, centrado en el asesinato del poeta y dramaturgo Federico García Lorca. Una obra rigurosamente contemporánea -estrenada en 2003- con influencias musicales muy diversas y al tiempo extremadamente personal, cercana al musical y a la estética cinematográfica pero quizá, por encima de todo, en cuanto al libreto y la escenografía, paralela a los presupuestos de la teología de la liberación con Lorca convertido en un nuevo Cristo.

Y es que sucesivamente aparecen la corona de espinas, el huerto de Getsemaní, el prendimiento, la Verónica, las citas teresianas y la última cena. En un más difícil todavía varias veces cruza la escena una procesión en la que llevan en andas los artilugios del garrote vil que aplicarían a la heroína liberal Mariana Pineda, coprotagonista del complejo relato que firma David Henry Hwang. La producción es de Oviedo con Granada y Santander. La escena del mexicano, con raíces ovetenses, Luis de Tavira, fue espléndida. La dirección del maestro Corrado Rovaris, muy bien al frente de la OSPA, el Coro de la Ópera de Oviedo y, por qué no, los elementos grabados que exigen amplificación en los cantantes y en el conjunto entero, quizá lo más discutible del montaje.

El círculo de tragedias, la del poeta, la propia de la mártir por la libertad, la correspondiente a la actriz Margarita Xirgu, exiliada y caja de resonancia de todos los dramas y, en fin, la de España entera se resolvió sobre una música muy estimable, un juego de voces sin demasiada voluntad de privilegios -quizá la amplificación sonora iba por ahí- y una escena con proyecciones acertadas, espacios ágiles y claros y movimientos muy ayudados por la fuerza y calidad del ballet de Gades.

La soprano catalana María Hinojosa arranca la tragedia haciendo soñar a la actriz Margarita Xirgu la libertad republicana que deseaba la heroína Mariana Pineda y, ya en el presente, canta con acierto por la pérdida de "la España de Mariana y Federico". Rememora su primer encuentro con Lorca en el café Albor de Madrid y cómo el poeta la piropea: "La reina proletaria del teatro español". De nuevo acertada.

La mezzo santanderina Marina Pardo, que encarna a Lorca, canta con el recuerdo de la estatua de Mariana Pineda que había en la plaza ante su domicilio granadino de infancia -una convidada de piedra, se podría decir: excelente recurso escénico- y acaba en un trío con Hinojosa y la soprano vasca Elena Sancho-Pereg, en el rol de Nuria, una alumna figurada de la Xirgu. Muy bien.

"¡Hay que entregar, Dios mío, al cabezón!", grita el cantaor Alfredo Tejada -excesivamente amplificado-, así que la suerte está echada. En la última despedida, en la estación, de los artistas cantan el dúo "A La Habana", muy logrado por Pardo e Hinojosa y después, ya sola la mezzo -Federico- sigue "veo sangre correr por las calles". Una voz en off, radiofónica, aúlla "¡Viva la muerte!" y ya en casa de los Rosales el cantaor reclama a la víctima: "Hizo más daño con la pluma que muchos con las armas", y sigue "es enemigo de España, es maricón, es amante de Rusia", en precipitada letanía.

Todo listo para el paseo, la OSPA ataca unos pasajes líricos excelentes. Unos extraños requetés culminan el crimen.

En el recuerdo de Xirgu vuelve Federico. Cantan muy bien un trío elegíaco y tras una ofrenda clavada de las palabras centrales de la misa y con hermosos bailes del ballet de Gades queda la palabra del poeta para la eternidad.