La fiesta grande de Oviedo, cuando Oviedo era pequeño, era la de Santa Eulalia, el 10 de diciembre, cuando la ciudad echaba el resto, en la iglesia y en la calle, a base de rezos, cánticos y voladores.

Casi se puede decir que las fiestas de Santa Eulalia fueron menguando al tiempo que crecían las de San Mateo, en septiembre. En tiempo de euforia religiosa y de reliquias llegaron a Oviedo las de Santa Eulalia, niña mártir en su Mérida natal, nacida el año 292. El famoso obispo Pelayo describe el júbilo de Oviedo, clero y pueblo. Se lograron 9.000 votos, en una Asturias poco y mal comunicada, para solicitar que Roma nombrara a Eulalia patrona de la diócesis, cosa que se consigue en 1639, noticia que se celebró con grandes fiestas, y antes del fin del siglo ya tiene capilla para sí en la catedral, churrigueresca y solemne, donde se coloca una arqueta de plata con sus restos. En el Ayuntamiento de Oviedo hay un escrito en el que dice que es obra del platero de Oviedo Fabián Vigil Caso, por la que cobró 30.573 ducados.

Santa Eulalia sigue teniendo su fiesta y su fecha, reducida a una misa solemne y a una procesión por el interior de la catedral con la arqueta de las cenizas. Como prueba del cambio de los tiempos, las andas las llevan cuatro concejalas.

Nunca hubo muchas Eulalias en Oviedo, Lalas, Lalis y Olayas, pero haberlas haylas.

Felicidades a todas.