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Crítica / Música

Operismo ondulante

Operismo ondulante

Originalmente escrito en inglés, con traducción al castellano del propio compositor, el libreto "Ainadamar" es del dramaturgo americano de origen chino David Henry Hwang, y la música se debe al compositor argentino-estadounidense Osvaldo Golijov (1960). La ópera "Ainadamar" vio por primera vez la luz en Tanglewood Music Festival el 10 de agosto de 2003. Fue posteriormente revisada, presentándose -ha tenido la versatilidad de ser representada sin escenificar o semiescenificada- en Los Ángeles en 2004, Santa Fe en 2005, Chicago en 2006, Boston en 2007 y Cincinnati en 2009. En junio de 2011 se presentó esta producción de los festivales de Granada, Santander y Oviedo en Granada. El teatro Real de Madrid presentó la producción de Peter Sellars en 2012, protagonizada por Nuria Espert y Jessica Rivera como "Xirgu" y Nelly O'Connor como "Lorca". La primera y única grabación discográfica es de Deutsche Grammophon. Ha logrado dos premios "Grammy", a la mejor grabación de ópera de 2006 y a la mejor composición clásica contemporánea.

Después de asistir a la representación del Campoamor, hay que destacar el buen nivel de la producción, a la altura de lo que acostumbra a ofrecer la temporada ovetense de ópera. No hubo sorpresas en este aspecto, y si se conoce la obra, tampoco respecto al planteamiento compositivo. Todo funciona en lo escénico como cabría esperar. El tema, en lo político, sin ser tabú, es peliagudo, entre otras cosas porque entre los asistentes -como es normal no sucede esto, por ejemplo, con el público norteamericano- puede haber personas que por edad han sufrido, de una manera u otra, las consecuencias de la Guerra Civil española. No es la creación literaria de Lorca la base del argumento, sino que se utiliza, se aprovecha, su personaje y trágica muerte. Como dice Israel López Estelche en su comentario, su poesía, sus escritos, sus obras teatrales y su propia figura fueron tomados como referentes de un sentimiento antidictatorial "utilizado en multitud de ocasiones, quizá demasiadas, deformando la propia figura del creador, más allá de la innegable belleza, fuerza y coherencia constructiva y dramática de toda su obra". Si el protagonista de este mismo argumento se llamara Federico Fernández, no tendría el mismo impacto mediático ni, quizás, atractivo internacional. Para hacer trascender operísticamente a un fusilado en escena, o se es un genio como Puccini o se utiliza un personaje mediáticamente. El planteamiento político argumental de Henry Hwang resulta algo tosco. Sin entrar en valoración alguna, utilizo las palabras de Oscar Wilde en el prólogo de "El retrato de Dorian Gray", que resultan paradigmáticas: "Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo".

Para no sorprenderse ante una propuesta como ésta, quizá se debería tener claro que "Ainadamar" es híbrida en el aspecto musical. La obra, que mezcla sin complejos ritmos del folclore español y latinoamericanos, con proliferación, también, de giros musicales árabes y judíos, aunque prevalece el flamenco, se pega más al gusto compositivo norteamericano, quizá más cercano al musical y la ópera de cámara de corta duración, y tampoco está próxima a la música escénica de entreguerras, de compositores, muchos de origen judío de la izquierda radical, que emigraron a América huyendo del nazismo.

Ver la presentación en arias, coros y danzas, como el reflejo de una estructura que remite al Barroco, resulta una lectura un tanto idealizada. No parece que sea esta obra un nuevo paradigma de la ópera, ni, según se ha dicho, "como un desafío por las nuevas posibilidades de un arte más vivo que nunca, cuando veníamos de una cierta apreciación de caducidad de la ópera". Hay en parte -"Espectáculo único con más de cien artistas", se anunciaba en Granada-, y no sólo en este caso, un criterio de rentabilidad comercial y, en esta coyuntura, como ha escrito Roland de Candé, la sociedad no puede asumir su responsabilidad en la evolución del pensamiento musical.

Musicalmente la obra es moderadamente ondulante, sube y baja por momentos, sin pisar ningún fondo y sin alcanzar un punto verdaderamente culminante. Tiene calidad repartida entre todos los elementos que intervienen en su producción, pero en justa medida. Está bien escrita y orquestada, pero no alcanza ninguna cota verdaderamente destacable en el plano orquestal. En su variedad de estilos abandona conceptos jerarquizados a priori, quizá de lo cierto en beneficio de lo probable, pero no tiene un desarrollo musical que alcance un clímax, un verdadero punto culminante. El cuerpo de baile de la Compañía de Antonio Gades es parte importante del equilibrio en la producción, cumple impecable su papel con fuerza y protagonismo escénico. Hay momentos en esta ópera teatralmente muy explícitos -presenta distintas secuencias espacio-tiempo empleando una serie de flashbacks que no siempre resultan claros para el espectador-, la fuerza de la voz en su imprecación, "¡Ay! Entréguenlo. ¡Ay, Dios mío, al cabezón!", "El maricón es amante de Rusia", o el mismo fusilamiento, pero en lo musical resulta en su estructura un tanto episódica. También son muy explícitas, nada tenues, las referencias religiosas. Tiene una intención un tanto pretenciosa en esa mixtura entre ópera y una especie de pasión, y en la reencarnación -"Última cena" incluida-, en la que Lorca simboliza la libertad de la expresión artística. En la interpretación vocal destacó el "Lorca" travestido de la mezzo Marina Pardo -enlaza muy cultamente con otros roles clásicos de la ópera como "Octavio", de "El caballero de la rosa", de Richard Strauss, o el "Cherubino", de "Las bodas de Fígaro", de Mozart, etcétera, pero de referencia sutil a la homosexualidad no tiene nada-, se hace en escena con el personaje magistralmente, con dicción impecable y hermosa línea vocal. La soprano María Hinojosa, encarnando a Margarita Xirgu, tiene calidad, belleza y oficio, aunque con una dicción inexistente. Elena Sancho-Pereg como Nuria tuvo momentos de expresión vocal destacables, como la fuerza de Alfredo Tejada en el rol de Ruiz Alonso. El recurso de la amplificación en determinadas voces es eso, un recurso, pero si la voz no prevalece como quintaesencia de la ópera es otra cosa. Llamémoslo de otra manera. En lo estrictamente musical, todo fluyó con entereza en la visión de la obra en la batuta del maestro Corrado Rovaris, lo mismo, en general, en el planteamiento de la dirección de escena de Luis de Tavira.

"Ainadamar" Ópera en un acto. Música de Osvaldo Golijov. Libreto de David Henry Hwang. "Margarita Xirgu", María Hinojosa; "Federico García Lorca", Marina Pardo; "Nuria", Elena Sancho-Pereg; "Ruiz Alonso", Alfredo Tejada; "José Tripaldi", Francisco Crespo; "Un maestro", Pablo Gálvez; "Un torero", Marc Sala; "Voces de la fuente", Vanessa del Riego y Sonsoles Calero. Patxi Aizpiri, director del coro. Compañía Antonio Gades. Dirección de escena, Luis de Tavira. Diseño de escenografía e iluminación, Philippe Amand. Diseño de vestuario, Tolita y María Figueroa. Coreografía, Stella Arauzo. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Dirección musical, Corrado Rovaris. Nueva producción de Ópera de Oviedo, Festival internacional de Música y Danza de Granada y Festival Internacional de Santander. Teatro Campoamor de Oviedo, 8 de diciembre de 2013.

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