"Se salvaron de milagro". Ésa fue la frase más repetida ayer frente a una cafetería de la calle Puerto Pajares, en el barrio Teatinos. Decenas de curiosos se agolparon frente al local minutos después de las 18.30 horas, cuando la Policía Local y los Bomberos de Oviedo llegaron a evaluar los daños que había hecho la caída de parte de la cornisa de un edificio. No hubo heridos, sólo los lógicos daños en la fachada y en el mobiliario de la terraza de la cafetería de abajo. Sin embargo, ni los agentes ni los vecinos podían quitar la vista de una de las mesas. Un ladrillo permanecía clavado verticalmente en el tablero de metal, como si fuera un meteorito recién caído del cielo. Los trozos de porcelana y el café derramado por todas partes completaban un cuadro que explicaba por sí mismo lo que había pasado. Un agente acordonó todo el perímetro y miró nerviosamente a su alrededor en busca de las personas que faltaban en aquella escena. Dos chicos con cara de susto trataban de pasar desapercibidos. No les había pasado nada, pero tampoco tenían ganas de hablar. Todavía trataban de asimilar lo que habría sucedido si el proyectil en forma de ladrillo o los cascotes desparramados por la acera hubiesen aterrizado unos centímetros más cerca de sus cabezas después de atravesar el toldo de la terraza.

Los cascotes procedían del tercer piso, donde se desprendió una franja de ladrillos y hormigón de cerca de cuatro metros de longitud. Los bomberos comprobaron el estado del resto de la fachada, de seis pisos, con ayuda de una autoescalera, y picaron buena parte de los ladrillos que estaban sueltos o mal asentados.

Según fuentes cercanas, el inmueble de Puerto Pajares no es antiguo porque fue construido hace algo más de una década. Es el segundo desprendimiento de cascotes que genera alarma en lo que va de año. El 5 de febrero, una joven resulto herida al caerle parte de una fachada en González Besada. El suceso más grave ocurrió en junio del año pasado, cuando una mujer falleció en García Conde.