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Crítica / Música

De lo nuevo y lo eterno

De lo nuevo y lo eterno

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA)

Tres obras, dos continentes y un solo espíritu musical ocuparon el undécimo concierto de abono de la OSPA, con batuta nueva en plaza, guitarrista que repetía y estreno europeo, encargo de la propia orquesta asturiana en coproducción con las de Baltimore, Nashville y Reno.

Esperaba algo más del concierto de Leshnoff (1973), que resultó demasiado directo en referencias a nuestro Rodrigo, cayendo en lo adjetivo y tópico español de la propia escritura, "Asturias" de Albéniz incluido y reconocido por el solista cubano, afincado en Baltimore, en entrevista a este diario. Cierto que es una obra agradable, se escucha bien, la necesaria amplificación estuvo correcta y el virtuosismo tanto de Barrueco como de nuestros músicos, perfectamente concertados por Grams, resultó el deseado para una obra de estreno. Pero nada nuevo, y de su estructura clásica en tres tiempos me quedo con el adagio central "Hod", humildad en hebreo, estremecedor lirismo casi místico desde una interpretación sentida especialmente por solista y arcos, incluyendo los platillos así ejecutados, tras la interrupción grosera del teléfono con Tárrega implacable que obligó a reiniciarlo, sirviendo de recarga emocional para todos y más intimismo para mayor gloria de una cuerda en estado de gracia.

Ginastera abría concierto poniendo a prueba a la OSPA y sus primeros atriles, sobresaliente partitura donde la docena de números son el auténtico mosaico sonoro que daba título al programa. Cada intervención solista resultó emotiva y sincera, destacando la viola del quinto, el "Interludio" para viento madera del décimo más la siguiente "Recuperación" del tema para contrabajo y arpa, concluyendo con un rítmico y compacto rondó final. El pincel lo puso el maestro Grams, que eligió esta obra para lucimiento de todos desde la exigencia y calidad.

Y de la nueva América a la eterna Europa: "La segunda" de Schumann, menos famosa y programada que sus hermanas con título pero con la firma inimitable del más puro romanticismo alemán. El poeta del claroscuro en sus cuatro movimientos sinfónicos vuelca emociones de todo tipo que la OSPA transmitió: empaste y dramatismo, densidad e intensidad, color homogéneo en la madera al unísono y dudas resueltas tras el tortuoso fluir rebosante del final. El tiempo sigue marcando diferencias e historia.

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