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Berg y Mahler suman amor y muerte

La OSPA y Rossen Milanov cierran la temporada en el Auditorio con el violinista Renaud Capuçon en una gran velada recompensada con prolongados aplausos

La OSPA, durante el concierto de ayer en el Auditorio. IMANOL RIMADA

Cierre de temporada por todo lo alto. La OSPA dejó para el final del curso un programa extraordinario: el concierto para violín de Berg, con un solista de primera como Renaud Capuçon y la quinta sinfonía de Mahler. El maestro Rossen Milanov estuvo espléndido tras su renovación como titular de la sinfónica asturiana. El público aplaudió a rabiar. El ángel trágico de Berg palpitó en el Auditorio, que vivió una jornada de gloria. Dos grandes obras de extraordinaria complejidad y que saben hablar directísimamente al corazón. Dos referencias, entre el amor y la muerte, sutilmente unidas porque, aun diversas y distantes en el tiempo, nacieron en el corazón de una Europa que ya no existe y a partir de unas élites entrelazadas.

El concierto de Berg, su última obra, estrenada en la primavera de 1936 en el Palau de Barcelona -una ciudad periférica de esa Europa única pero a la altura del conjunto-, vive en el desgarro por la muerte de la joven Manon Gropius Mahler.

Capuçon atacó ayer el primer y doble movimiento con sencillez, como si se tratara de un tanteo, y después se lanzó entre danzas y cantos expresivos de la felicidad de Manon a un mar de belleza y complejidades. En el segundo doble movimiento demostró su dominio de uno de los conciertos para violín más difíciles de la historia de la música, con extensos momentos virtuosísticos y la desolación por la enfermedad de la joven angelical. Muy convincentes las referencias a Bach y excelente el final, tan extremo, como corresponde a la idea límite de resurrección. Dos minutos y cuarenta y siete segundos de ovaciones y para la propina "Melodía", de Gluck, otro minuto y treinta y cinco segundos de aplausos.

Tras el descanso llegaba el momento de la quinta sinfonía de Mahler y su marcha fúnebre de arranque. Rossen Milanov la puso en suerte como algo cotidiano para después dar el salto al sentimiento trágico de la vida. La OSPA desarrolló toda la energía que pide el tercer tiempo y después el famosísimo adagietto -el cine lo popularizó en "La muerte en Venecia"- sólo para cuerda y arpa, que Milanov llevó a buen puerto en su misma sencillez. El movimiento final, apoteósico y aparentemente excesivo, fue muy bien abordado por la sinfónica asturiana. Cuatro minutos y cincuenta y seis segundos de aplausos.

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