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Dramaturgo, acaba de poner en escena en Oviedo "El Pimiento Verdi"

Albert Boadella: "Podemos es sólo melodía demagógica y de consumo, propia del hilo musical"

"Hay dos generaciones de catalanes educados en el odio a España a través de la escuela y de todos los medios de comunicación de allí"

Albert Boadella, en el teatro Campoamor. LNE

El dramaturgo Albert Boadella, uno de los grandes de la escena española, presentó la pasada semana en el teatro Campoamor de Oviedo su espectáculo "El Pimiento Verdi" sobre las viejas y nuevas pugnas entre los partidarios de Wagner y de Verdi, que más allá de la ópera reflejan dos formas de ver la vida. Boadella, catalán afincado profesionalmente en Madrid -es director artístico de los teatros del Canal-, crítico del nacionalismo separatista y en general de todo abuso y prepotencia, comenta en esta entrevista, más allá de reflexiones musicales y teatrales, el mal que se ha hecho al educar a dos generaciones de catalanes en el odio a España. Al tiempo se muestra cáustico con el nuevo partido Podemos, que considera música demagógica y de consumo.

-Verdi o Wagner, ¿cuál es la música de Podemos?

-Podemos es sólo melodía demagógica y de consumo, propia del hilo musical. Es una música consumista. De ésas efectistas que se hacen ahora. Por otra parte, no hay partidos políticos verdianos o wagnerianos, no alcanzan ese nivel. Están al margen o no alcanzan esos niveles.

-En Cataluña suena una marcha triunfal para unos y fúnebre para otros.

-Yo creo que es posible que no pasen cosas en el momento que se ha indicado. En la fecha señalada. Pero el mal ya está hecho. La contaminación ya está hecha. Es muy posible que no pase nada el 9 de noviembre, la fecha indicada para el referéndum separatista, y se corte esa situación. Pero hay dos generaciones de catalanes educados en el odio a España a través de la escuela y de todos los medios de comunicación de allí. Sí, educadas en el odio a España. Y eso seguirá existiendo, por desgracia. En todo caso, quizá tendrán que tragar. O irán buscando constantemente la confrontación. Los españoles nos tendremos que acostumbrar a soportar esa enfermedad colectiva de una parte de nuestro territorio. Iremos toreando, que por algo ese arte es tan nuestro. Si lo hacemos tan bien como Ponce o José Tomás, nos irá bien. Si hacemos las espantás del Gallo, mal asunto. O las espantás de otros que prefiero no citar.

-En todo caso, no hay unanimidad.

-En Cataluña no hay unanimidad. Hay gente que piensa. Ésa es la diferencia. Gente que pone en tela de juicio cualquier noticia. Incluso pone en tela de juicio los sucesos que no nos acabamos de creer como nos los cuentan. Gente que cuestiona lo que dicen los medios. Otra gente no piensa, sólo le interesa la fantasía. Es mucha. Es la que está tocada en este asunto. Ahí está la epidemia. Es la gente tocada por esa forma de ver o de no ver las cosas. Ha sido un adoctrinamiento absoluto. Y el resultado del nacionalismo es siempre una grave enfermedad colectiva. Se le ha dejado hacer por intereses de los propios partidos. No por generosidad.

-¿Como el combate de "El Pimiento Verdi"?

-No es lo mismo, claro. Es, digamos, un combate, un enfrentamiento entre verdianos y wagnerianos. No es algo novedoso. Ahora quizá sí, pero hace años era algo constante. Mi propio padre participó en una bronca en Barcelona hace muchísimos años. En un saboteo, más que una bronca, a una obra de Wagner. Era muy verdiano, como yo. Y entendí que esa pugna siempre ha existido, es una tensión entre lo popular y populista de Verdi y lo elitista de Wagner y sus partidarios. Un motivo interesante y jocoso incluso para plantearlo en el año del homenaje a los dos, en el año del nacimiento de ambos. Y es que nacieron el mismo año para colmo.

-¿Una pugna eterna y generalizable?

-Decidí hacerlo de una forma real de alguna manera. En Madrid hay una cadena de restaurantes, El Pimiento Verde, y su propietario es muy aficionado a la lírica, a la ópera y a la zarzuela. Y allí asistí a auténticos aquelarres líricos varias veces. Va a cenar gente del teatro de la Zarzuela, del teatro Real o nosotros mismos, de los teatros del Canal, cuando hacemos montajes líricos. Y hay rifirrafes líricos divertidísimos. Un día casi se monta una "Carmen" en medio del restaurante, con sus escenas de sangre. Se trata de algo real, es una situación real. Y a partir de esas escenas, con un personaje como Sito, el del restaurante, que es real, se me ocurrió hacer el homenaje a los compositores dentro de un restaurante. Se inicia el homenaje con un propietario muy favorable a Verdi, y así llama al restaurante El Pimiento Verdi. Así es la historia. Los partidarios de Wagner sabotean el homenaje, a partir de ahí se organiza la historia que contamos, muy divertida, claro.

-Un género...

-Es un género esencialmente musical se podría decir, ya que hay palabra y canto. Como estructura, si no fueran arias de ópera se podría hablar de zarzuela o de opereta. Canto y palabra. Y acción. Salvo algo de zarzuela del propietario del local, todo es ópera de Wagner o de Verdi.

-¿Cómo se hace la selección?

-Cuando lo que se ofrece son fragmentos de, por ejemplo, una ópera siempre es importante que se canten los más conocidos. Si la ópera se ve entera, no es lo mismo, ya irán saliendo. Si es por partes, de sopetón, hay que dar lo más conocido, que suele ser lo mejor. El aria de la Pira de "El trovador" se hace mientras están friendo la carne, mientras fríen un entrecot, y ese planteamiento se utiliza para cantar el aria, que es como quemar carne a fin de cuentas. En la tercera parte del espectáculo se produce ya una ópera de consenso, donde el texto es wagneriano, los personajes son wagnerianos pero las arias son de Verdi. Brunilda canta un fragmento de "Aida" y cosas así. El texto es mío y el montaje, la dirección y la selección de las piezas. La música es lo que no es mío, claro. Hay seis cantantes que son actores al mismo tiempo y un pianista. La música es en directo. Sólo alguna pequeña cosa va grabada y se juega con ello. El pianista es al tiempo actor y es formidable.

-Cantar y actuar es doble reto.

-Lo más complicado es buscar y lograr cantantes que actúen bien. Es muy complicado. Antes era imposible. Ahora han aprendido y hay más cantantes que actúan. Eso es enormemente importante para la ópera. Y para la zarzuela. El cantante que además de cantar bien es capaz, con sus gestos y las intenciones, de hace llegar el personaje al público.

-¿Wagnerianos del norte y verdianos mediterráneos?

-Hay una parte de esa división que tiene que ver con ciertos impulsos de la gente. De los propios ciudadanos. Y es que los propios ciudadanos son así. Hay gente que por carácter no soporta a Wagner. Por carácter y por paciencia. No se aguantan fácilmente cuatro horas de ópera. Ojo que Verdi con "Don Carlo" también se toma su tiempo. Influyen asimismo los procedimientos musicales. Verdi es el bel canto. Wagner es la melodía continua que supone una cierta inducción al síndrome de Estocolmo, al síndrome de tener secuestrado al espectador durante cinco horas en el teatro y al salir, claro, aplaude encantado al verse liberado.

-¿Duelo de genios?

-No se puede negar la gran calidad musical de los dos y la genialidad. En Wagner hay una cierta dificultad. No acaba de ser agradable al conjunto de los espectadores y eso es una condición importante para un artista. Componer bien y además ser agradable al oído del espectador lo logra todo. Eso es positivo obviamente. Wagner no siempre es agradable para la sensibilidad del espectador.

-¿No hay determinismo geográfico?

-Hoy vemos en la propia Alemania, donde se centraría Wagner, que el repertorio operístico está también partido. Hay una división. En Italia se hace más Verdi, pero en la Scala de Milán las cosas están bastante partidas y repartidas. Son tendencias que van más allá de ser o no ser mediterráneo o de otra zona o ser nórdico. Obviamente, es quizá más ligero y marchoso el carácter meridional, lo nuestro, lo mediterráneo. Existe una tendencia más acusada a los planteamientos melódicos. Pero ésa no es una condición excepcional de los países de la Europa del Sur. Es más bien una cosa relativa al carácter. A algunos esa melodía constante y continua wagneriana les penetra mejor que el bel canto de la escuela rossiniana o de Donizetti, que ofrecen melodías agradables y simpáticas que entran con mucha facilidad. Es una cosa de carácter.

-¿Asentado en los teatros del Canal?

-Cuando me incorporé a los teatros del Canal lo hice pensando en cumplir una temporada. Firmé por dos años, en todo caso. Pero el éxito sorprendió a la propia empresa, de manera que sigo ahí. Es un equipo entero, el intendente... todos. Es un conjunto, por eso funciona bien. El ambiente en el equipo de trabajo es agradable, es alegre, hay mucho compañerismo. Creo que es algo insólito en una institución oficial. Por eso sigo.

-¿No es frecuente?

-Los teatros del Canal tienen algo que realmente no existe en ningún teatro público europeo: no prima el gusto del director sobre otros criterios. Vamos, que lo que prima es lo que creo que es interesante para el contribuyente, para el público, que es quien paga. Por eso se ofrece de todo. El único filtro es la calidad, que obviamente no se puede rebajar. Ofrecemos mucha comedia ligera sin hacer la competencia a la empresa privada. Nuestra programación es muy variada. Y nuestro público es muy variado. Se produce por eso un trasvase desde la música ligera hasta la Novena sinfonía de Beethoven. Los públicos se contaminan. Tenemos unos niveles de audiencia, de ocupación del teatro, del ochenta por ciento. Es muy alto. Son muy poco frecuentes cifras de ese nivel. Lo que hacemos es casi único en Europa, quizá sólo el Barbican de Londres hace algo parecido. Nuestra programación es selectiva. El protagonismo que damos en Madrid a la música y a la danza sólo se alcanza en toda España en el Campoamor y en el Arriaga de Bilbao.

-¿Y ahora?

-Estoy metido en un proyecto sobre la ópera "Don Carlo" de Verdi. Antes de contratar a los cantantes, que hay que hacer con un año de antelación, debo tener todas mis intenciones cerradas sobre el guión y todo lo demás para hacer algo especial. No voy a cambiar lo fundamental, pero sí las intenciones. Y para eso debo tener avanzado el proyecto para hablar con los cantantes y contratarlos. Este verano ando por Olot, cerca de las montañas, y de vez en cuando enciendo la chimenea porque hace un frío terrible.

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