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Café y marihuana en el corazón de Vetusta

Un ovetense planea abrir en la ciudad el primer club social de cannabis, aprovechando un vacío en la legislación

Alejandro Bosch, en Oviedo, junto a la Facultad de Geología. TERESA SUÁREZ

El ovetense Alejandro Bosch García proyecta abrir en la ciudad el primer club social de cannabis (CSC) de Asturias. El vacío de la legislación española -que no condena el cultivo de marihuana para consumo propio y por tanto permite fumarla- es la base del plan de este joven de 30 años, que es completamente consciente de que el local generará polémica en Oviedo: "No voy a cometer ningún delito, sólo abriré un espacio privado de ocio alternativo para gente normal, desde obreros hasta profesores y abogados a los que les gusta la maría". Es decir, un local donde poder tomar un café y al tiempo fumar un cigarrillo de marihuana.

Los CSC son lugares de reunión con un número de socios limitado y que deben ser amigos o conocidos de uno de los miembros para ingresar, además de haber cumplido los 18 años. Una vez admitidos pagarán una cuota mensual -que en el caso del club de Bosch irá de los 30 a los 90 euros- en función de la marihuana que vayan a consumir. La regla de oro es que el cannabis nunca salga del local. "Ni una hojita de la planta, nada. Lo que allí se fuma, allí se queda", matiza el joven, que espera no tener problemas para abrir el club: "A menos que haya una prohibición expresa o una sentencia en contra, no puede denegarse la licencia de apertura".

En España hay más de 500 centros de este tipo, sobre todo en Madrid, Cataluña y Valencia. Sólo uno del País Vasco fue clausurado después de que sus cinco socios fundadores fuesen acusados de un delito de tráfico de drogas y de que la fiscalía solicitase para cada uno de ellos penas de entre seis y dos años de cárcel. El resto funciona con normalidad y en algunos casos han formado una mancomunidad para el cultivo y distribución del cannabis. "Hay plantaciones de maría supervisadas por los clubes que nutren a varios locales", matiza Bosch, que de no adherirse a este colectivo verde tendrá que buscar un terreno para producir su propia marihuana. "El mercado negro es cosa de traficantes y camellos. Hay que saber diferenciar un club privado de otros mundos mucho más oscuros", explica.

El joven se ha decidido por Oviedo para poner en marcha su proyecto porque, por el momento, hay medio centenar de personas interesadas. "Me di cuenta de que conozco a mucha gente que fuma marihuana a diario o de forma esporádica en círculos muy cerrados, semiescondidos, o en la soledad de su casa como si fueran unos apestados. Luego, a ojos de los no fumadores son personas normales, encantadoras y profesionales respetados. Incluso algunos futuros socios ven en el cannabis un uso terapéutico".

Bosch busca la ubicación perfecta en la ciudad con la cinta métrica en la mano porque el club social no puede estar a menos de 300 metros de un colegio. "Es necesario ser muy respetuosos con el entorno, por eso barajo varias posibilidades, una en la calle General Elorza donde quiero abrir de 8.00 a 22.00 horas". Estos centros se distinguen por tener una placa en la puerta con el dibujo de una hoja de cannabis encima de un teléfono. Aunque la entrada está reservada, los socios siempre deben presentar el DNI para consumir la marihuana. "El protocolo es muy estricto; en el momento en que alguien saque el cannabis a la calle será sancionado y expulsado".

El joven, que trabaja en el sector frutícola, ha diseñado un programa de actividades de ocio para el CSC de Oviedo -similar al de los locales madrileños o catalanes- que incluye la realización de cursos de idiomas, talleres de literatura o excursiones, además de una barra de bar, "porque no todo es fumar porros, se trata de sacar del armario al cannabis en un entorno libre".

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