A mi regreso de las vacaciones he podido constatar que durante todo el mes de julio mi consulta ha permanecido cerrada, derivándose mis pacientes a la consulta de diferentes médicos, con el consiguiente trastorno para el seguimiento de su patología. La incapacidad de nuestro gerente (economista de profesión, que no médico) para entender las peculiaridades de la actividad médica hace que no se sustituya a todo médico ausente, lo que imposibilita el mantenimiento de una correcta relación médico-paciente, a la par que resulta desesperante para el enfermo, que es atendido cada día por un profesional distinto ubicado en un lugar diferente. El doliente tiene que encontrar la consulta (cuestión no baladí cuando se tiene cierta edad y hay varios pisos) y "conectar" con el facultativo que le ha sido asignado (distinto del anterior y probablemente del próximo). Al no sustituir a los médicos de Atención Primaria se saturan las consultas, no es posible atender a todos los pacientes en el día y se forman las indeseadas listas de espera.

Cuando a duras penas estoy recuperando la normal actividad asistencial, me entero de que nos dejarán sin la excepcional enfermera que teníamos asignada desde octubre, nuestra querida Laura, que por arbitraria decisión del equipo directivo que decide la sanidad de los ovetenses es trasladada a otro centro, con el pretexto de corregir lo que denominan "disfunciones organizativas".

Desde mi punto de vista, la disfunción se produce cuando se priva a mis pacientes de una profesional para la que sólo tienen palabras de alabanza, en tantos aspectos y con tanta intensidad que no dudarían en clasificarla como su favorita entre todas las enfermeras que han venido atendiéndoles en los últimos veinticinco años. Por lo que a mí respecta, como médico y ya que nadie de ese equipo directivo se ha molestado en conocer mi opinión, aprovecho la ocasión para decir que es una bellísima persona, leal colaboradora, impecable en sus cometidos y que se ha distinguido por actuar anteponiendo el interés de los pacientes al suyo propio. Sin duda, ésta ha sido su intolerable "disfunción", ser excelente.

Pido respeto para mis pacientes, a los que no se les informa, ni se les pregunta, ni se les tiene en cuenta a la hora de "organizar". Y también para los de los demás médicos, pues todos ellos son (somos) víctimas de este sinsentido sanitario que estamos viviendo, desde que la política se entrometió en la medicina. El paciente debe ser la piedra angular del sistema sanitario y para que esto suceda hay que devolver al médico el protagonismo del acto médico. Nunca un economista entenderá la especial idiosincrasia de la relación médico-paciente.