Para poder recoger en el servicio de Correos un certificado de la Agencia Tributaria, en el que nos remiten el CIF de la asociación que recientemente hemos constituido, tenemos que llevar el papel del aviso sellado con el cuño de la asociación, cuño que aún no tenemos porque estamos esperando a conocer el CIF para poder incluirlo. Ése es el protocolo, según me informan.

Ante mi cara de asombro, el amable funcionario de Correos me indica que me puede decir el número, porque suele aparecer en el sobre que envía Hacienda, de manera que puede mirarlo, me lo dice, hago el cuño con el CIF y así puedo sellar el aviso de la llegada del certificado donde se me indica el CIF y, de este peculiar modo, recoger el documento con el CIF ya desvelado previamente, o sea, me chiva el número, pero no me puede dar el papelito. Si no fuera tan increíble resultaría hasta gracioso y, por supuesto, es difícil de explicar y de creer.

Entiendo mejor la teoría cuántica, el motor inmóvil aristotélico y el misterio de la Santísima Trinidad que la surrealista y absurda burocracia nuestra de cada día. ¡Dichosos protocolos!