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250 años de la muerte del Padre Maestro

Ameno, sereno y gracioso incluso muerto

Feijoo quiso que se lo recordara como "estudiante de mediana pluma y labio que trabajó por ser sabio y murió ignorante"; sus funerales fueron una catarata de elogios

Ameno, sereno y gracioso incluso muerto

"El rostro de nuestro ilustrísimo difundo" de fray Benito Jerónimo Feijoo "quedó y se conservó, digámoslo así, ameno, gracioso, sereno y como meditabundo. Lejos de intimidar, como es regular en los cadáveres, daba gusto y complacencia el mirarle. La afabilidad y el agrado le habían sido tan características que ni muerto se le borraron y estaban tan altamente impresas en los lineamentos más menudos de semblante que parecía no estar enteramente exánime sino más bien dormido que muerto" anotan en un folleto sobre la muerte del Padre Maestro y añaden "esto lo notaron muchísimos de los que con reflexión le miraban y se hará visible a todos si se estampa como se espera, la verdadera efigie que una diestra mano grabó sobre el rostro de nuestro difunto".

La mascarilla, en efecto, la hizo el gran escultor ovetense José Bernardo de la Meana, se colocó en lo alto del túmulo levantado para el solemne funeral de Feijoo y ahora se conserva en la biblioteca de la Real Academia Española.

Los funerales oficiales y públicos se celebraron los días 16 y 17 de diciembre de 1764 -casi dos meses después de la muerte del monje el 26 de septiembre- en la iglesia del monasterio de San Vicente, donde había vivido durante 55 años. Es el actual templo de la Corte. Allí está enterrado. Como ha recogido recientemente Agustín Hevia Ballina, canónigo archivero de la Catedral de Oviedo y uno de los mejores conocedores de la vida y obra de Feijoo "el túmulo colocado en medio de la Iglesia de San Vicente, bien iluminado por velas de cera en canderelos de plata y coronado por exactísimo busto del reverendo finado sobre almohadas de terciopelo con las doctorales, borlas y muceta blancas de la facultad de teología sobre la severa cogulla benedictina. Era el catafalco de tres elevados cuerpos, cubiertos de sendos paños de terciopelo negro, adornado y vestido por todos los cuatro lados por varios ingeniosos jeroglíficos, pintados con sus lemas correspondientes y glosas en versos ya latinos, ya castellanos y asimismo varios epitafios, inscripciones y copias".

El personaje, de primera, había dado con una institución excelente. En 1601 el Papa concede al monasterio de San Vicente la posibilidad de fundar una Universidad. Ya tenía estudios de arte y teología. Estaba a punto de abrir sus puertas la Universidad de Oviedo que se opuso. También se opuso el Ayuntamiento. En todo caso Feijoo se encontró con un monasterio excepcional.

Por ejemplo, en 1752 la comunidad contaba con 40 religiosos. "En total el monasterio tenía a su servicio un cocinero, dos ayudantes de cocina, un pastor, un portero, un mozo de mulas, un abogado, dos procuradores, un médico, tres chicos de sacristía, un cirujano, un albéitar" -veterinario- "un hortelano, dos lavanderas y un matador de carneros" como ha publicado Miguel Dongil, investigador de la Universidad de Oviedo, que conoce a fondo la vida del cenobio.

El monasterio ingresaba a mediados del XVIII 178.854 reales y tenía unos gastos de 83.681 reales así que el saldo positivo era de 95.173 reales muy por encima de cualquier otro convento asturiano.

En la despensa había vino, vinagre, aceite, tocino, carneros, pescado, sal, almendra, pasas, canela, azafrán, legumbres, sebovelas, cera, azúcar, talavera, arroz, clavo, manteca, pimiento, cebada y jabón. La dieta se apoyaba fundamentalmente en la carne de carnero, cerdo, pescado, cereales y legumbres. Feijoo era muy aficionado al chocolate. Con todo, a diario reservaba una parte de su alimento para algún pobre extremo que debería "llevarlo de la mano al cielo".

Fermín Canella, en su "Historia de la Universidad de Oviedo" -de la que fue rector en los primeros años del siglo XX- anota: "las honras del padre Feijoo fueron solemnísimas y de magnificencia inusitada en Oviedo. El 16 de diciembre tuvo lugar el oficio de difuntos, según uso de la orden, y el 17 la misa de Requiem oficiada por el abad mitrado, asistido por los Padres Maestros de mayor graduación diciendo la oración fúnebre el asturiano Padre Fray Benito Uría, obispo de Badajoz, todo ante concurso escogido y brillante con el obispo señor Pisador, su provisor y cabildo, con los demás estamentos de la ciudad".

La Universidad de Oviedo en la que Feijoo había enseñado y desempeñado cuatro cátedras sucesivamente le había ofrecido antes otro funeral, el 26 de noviembre. El rector en su oración fúnebre dijo "en mi vida he tratado hombre más humano, amable y accesible. A sus palabras, como a las de Job, nada había que quitar ni añadir y era sumamente grata y gustosa su conversación. A la dulzura de su trato hacía consonancia lo jovial y lo festivo, usaba de aquella permitida chanza que, perteneciendo a la virtud de la eutrapelia", de la moderación en las diversiones "hace que nos parezcan tediosos los sujetos, prerrogativa que asimismo debe adornar a los sabios".

En esa misma ocasión, Pedro Franco, doctor en Teología y sobrino del rector -después sería obispo de Tuy- lloró "la caída de aquel astro de primera magnitud, desde el cielo de la ínclita y sabia Universidad". Feijoo quiso que se le recordase como "estudiante de mediana pluma y labio que trabajó por ser sabio y murió ignorante". En la sepultura de la Corte pone: "Hic jacet Magister Fray Benedictis Hierónuimus Feijóo. Obit A. Domini MDCCXIV aetatis LXXXVIII". No requiere traducción.

Gloria al yugo blando y eficaz del maestro. En marzo de 1954 el doctor Gregorio Marañón -que en 1934 con "Las ideas biológicas del padre Feijoo" había puesto el foco nacional en el monje sabio- dio una conferencia en la capital asturiana sobre Feijoo en la inauguración de la cátedra creada en la Universidad de Oviedo. Como dijo entonces "acaso los hombres que más compasión me inspiran no son los pobres de pecunia, de salud o de gracia, ni los tristes resentidos, ni los huérfanos de amor, sino aquéllos que nunca han sentido el yugo blando y eficaz del maestro". Marañón es el autor de la inscripción al pie de la estatua de Gerardo Zaragoza -situada en la plaza que lleva el nombre del benedictino- en la que se anota: "La ciudad de Oviedo, desde donde el Padre Feijoo derramó por el ámbito de España su inmortal 'Teatro Crítico' y sus 'Cartas eruditas', dedica al gran polígrafo este monumento claro y perdurable como su genio y como su gloria".

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