Andrea Álvarez Arias tiene 30 años y acaba de abrir su estudio de arquitectura en un bajo de la calle Comandante Vallespín, una ubicación inusual para ese tipo de negocio pero que está cargado de intención. "Hemos bajado a la calle y éste es nuestro escaparate, vemos pasar a la gente y ella nos ve, queremos involucrarla y que pierda la desconfianza hacia la figura del arquitecto", explica la joven ovetense, licenciada en la Universidad Europea de Madrid y que en este proyecto cuenta con el respaldo incondicional de su pareja, Santiago Fernández.

La arquitecta ovetense, con estudio desde hace apenas cuatro meses, ha recibido un espaldarazo profesional importante del Ayuntamiento de Gijón, al ganar el concurso que había convocado para renovar las traseras de una manzana de edificios que da al parque Teodoro Cuesta. De lo que se trataba, según explica, es de darles la vuelta y diseñarles una nueva fachada. "Mar de metal" es el proyecto que presentó su estudio, Espacio-Acubo, y que propone ocultar las feas medianeras que ahora están a la vista tras "un muro cortina", con elementos prefabricados y en el que se puedan abrir huecos, ya sea para instalar tiendas, bares o colocar ventanas. "Es un paisaje urbano y un telón de fondo del parque", comenta, y para ello ha recurrido al color, que diferencia cada edificio, y a la evocación del mar y al ferrocarril, ambos próximos al parque. Es además, añade, "una solución práctica, duradera y de bajo mantenimiento". En un año, la arquitecta cuenta con ver iniciadas las obras para la realización del proyecto.

Los concursos de obra pública no abundan y Álvarez Arias mantiene su estudio con encargos particulares, muchas reformas y algunas rehabilitaciones. Ahora se trae entre manos la de una vivienda de peón caminero construida en los años 30 a pie de carretera. Su valor histórico hace que la intervención sea un reto.

La arquitecta se mantiene vigilante respecto al futuro de espacios como la entrada de la autopista en Oviedo, el Cristo o la fábrica de La Vega, dispuesta a presentar su proyecto si se presenta esa oportunidad. Entretanto sigue adelante con su estudio, tan a ras de suelo que los niños del barrio se le cuelan dentro y ha acabado organizando improvisados talleres de arquitectura con ellos.