Carlos García Gómez tenía 96 años y desayunaba todos los días un vaso de leche templada y dos tostadas de pan con aceite. Lo hacía en la cafetería La Regenta, uno de los negocios de hostelería que él impulsó y que ahora gestionan sus hijos. Además, había días en que, por la tarde-noche, tomaba un chocolate. La anécdota la cuenta a las puertas de la iglesia de San Juan Alberto Domínguez, el amigo que le acompañaba en todos esos desayunos, uno de los más emocionados entre el centenar largo de personas que despidieron ayer a este hombre al que "todo el mundo quería", padre de una familia de hosteleros ovetenses muy conocida.

Carlos García, natural de Cercedo de Besullo (Cangas del Narcea), llegó a Oviedo en 1975. "Vino a buscarse la vida", explica Avelino García, uno de sus ocho nietos y padre de su única bisnieta. García empezó a trabajar en el conocido mesón El Abuelo y, a partir de ahí, comenzó a acumular negocios que fueron recogidos por sus cinco hijos. Las cafeterías Rívoli, La Regenta y Zeus, la confitería Santa Cristina y Calzados Mario, con varias tiendas en la ciudad, forman parte del legado de un tipo "de pocas palabras" pero "trabajador, cariñoso y vitalista", "el jefe entrañable", según describieron ayer los asistentes a su funeral, muchos empleados de sus negocios y numerosos amigos llegados desde Allande, Tineo y Cangas del Narcea. "Fue un currante que estuvo perfecto hasta el final", aseguró José Suárez, Pepe, de El Tizón. "Es la persona más perfecta que vi nunca. Este adiós multitudinario es merecido", finalizó Alberto Domínguez.