"El ocio empezó a comercializarse con la sociedad industrial", afirmó ayer Juan Carlos De la Madrid, historiador, escritor y guionista, que ofreció una conferencia organizada por la asociación Tribuna Ciudadana en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Bajo el título "Teatro ínfimo, cine, cuplés y otros espectáculos de varietés", el historiador asturiano habló del género chico, de las vedettes y las cupletistas y de otros espectáculos de los que las clase humildes comenzaron a disfrutar a finales del XIX y sobre todo a principios del XX, a partir de la promulgación de la ley de descanso dominical y también a medida que la población dispone de tiempo y de dinero.

Juan Carlos De la Madrid habló de un tiempo en el que la población española era de 19 millones de habitantes y en el que Madrid y Barcelona eran los grandes focos de atracción, junto a algunas grandes ciudades del Mediterráneo como Valencia o Málaga. En ese contexto, con una población que no separaba el tiempo de ocio del de trabajo surgen espectáculos de ferias, números musicales, cómicos o circenses.

Las varietés, explicó De la Madrid, eran un espectáculo teatral ligero, a veces musical y otras veces no; había espectáculos con vedette y otros "de complemento". "La zarzuela no es lo mismo que el género chico. El género chico es el teatro por horas, sea o no musical", clarificó.

En el año 1905, según los datos de De la Madrid, en Barcelona había 139 cines y 145 cafés cantantes. "El eje que vertebraba todo eso era el Paralelo", según el historiador.

De la Madrid ilustró su conferencia con grabaciones de voz de algunas cupletistas famosas, como La Fornarina. "Las cupletistas eran pasto de los traficantes de carne", contó, y muchas de las que obtuvieron el éxito habían salido de la prostitución, y algunas mantuvieron ese vínculo.

Allá donde iban las precedía las precedía el escándalo. Hasta tal punto que, como explicó De la Madrid, el Arzobispo de Santiago pidió formalmente al Alcalde e la ciudad que impidiera la celebración de esos espectáculos; lo mismo hizo el de Santander, en su caso dirigiendo sus ruegos al Gobierno de la nación. En Oviedo, el periódico clerical "El Carbayón" se refería a las funciones de varietés como "abortos indecentes de autores sin conciencia".

Cuando la Chelito actuó en Gijón, en las fiestas de Begoña, se produjo tal algarada, según de La Madrid, que tuvo que intervenir la Guardia Municipal.